❁ Capítulo 20 ❁

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Zillah terminó con el complicado peinado en la cabeza de Aurora

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Zillah terminó con el complicado peinado en la cabeza de Aurora. Tenía muchas trenzas, pinzas y rollos. Aurora jamás había usado algo tan complejo, principalmente porque su peinado poco importaba, con el velo tapándole la cabeza en todo momento.

—¿Qué tendré qué hacer?

—Bailar, comer, no hablar a menos que el rey te lo permita —instruyó mientras le ponía un collar de perlas en el cuello—. Obedecer, básicamente.

—No, me refiero al rescate.

Zillah se había mantenido muy reservada al respecto. Desde que le comentó que la iban a rescatar, no había dicho nada: ni el plan, ni qué tenía que hacer, ni en qué momento iba a suceder. Nada. A veces pensaba que lo había soñado todo.

—Nada. —Se puso frente a ella y la tomó por los hombros—. Debe parecer un secuestro, no un rescate. Es mejor si te toman por sorpresa, ¿de acuerdo?

Aurora asintió y se sentó en una silla de madera. Sus días ahí habían sido horribles, pero mucho más llevaderos desde que sabía que tenían fecha de vencimiento.

—¿Por qué estás en La Resistencia? —preguntó Aurora—. Es un crímen, ¿verdad? ¿Por qué arriesgas tu vida? —Zillah desvió la mirada y Aurora se sintió mal.

La curiosidad la comía viva. Ella jamás en su vida arriesgaría todo lo que tenía por gente que no conocía. Era ridículo, e iba en contra de su instinto de supervivencia. Ahora que de verdad quería vengarse de Athanaric, quizá estaba un poco más cerca de su posición, pero era muy diferente: ella vio el brutal y despiadado asesinato de una mujer delante de ella; la hubiera conocido o no, la sangre y las imágenes de ella, gritando y agonizando, luego muerta, no se desvanecían de su mente. No luchaba por personas que probablemente jamás vería, o que no le afectaba si vivían o morían. Poner en riesgo su vida por algo tan abstracto como «los inocentes» o «lo que es correcto» o «la libertad» de un gran grupo de gente que, con casi absoluta certeza, era malagradecida y jamás le retribuiría nada, le parecía una tremenda locura. Ella, más que luchar por Zécat, que ya estaba muerta y poco se beneficiaría de algún daño a Athanaric, quería luchar para hacerle pagar al rey el trauma que le había ocasionado.

Pero ahora también estaba consciente de que las motivaciones de la gente no le incumbían, y la pregunta había estado fuera de lugar.

—Perdón, no pensé que fuera muy impertinente, pero ahora me doy cuenta de que lo fue.

—No es eso. Es solo que es una historia triste —habló Zillah—. Mi familia nunca fue muy rica, pero tampoco muy pobre. Cuando Athanaric subió al poder, mi hermano lideró una pequeña revuelta en contra del rey. Como se les hace a todos los traidores, tras ser descubierto lo torturaron y ejecutaron. Esto fue mucho antes de que La Resistencia estuviera sólida y organizada.

—Lo siento mucho —dijo Aurora. Zillah le dedicó una mirada triste.

—Está bien. Eso fue hace más de una década. El problema fue después: mis padres se adaptaron al nuevo mundo. Crearon alianzas con skađianos y se volvieron una familia poderosa. Un día, sin embargo, mi otra hermana dijo que no estaba de acuerdo con lo que hacían y eran, y comenzó a hablar mal de mis padres por no hacer lo correcto y apoyar a un tirano. —Rio sin ganas—. Mis padres, tan sedientos por seguir del lado bueno del rey, entregaron a mi hermana por alta traición. Como a mi hermano, la torturaron y ejecutaron públicamente. Ella solo habló, no hizo nada malo.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora