❁ Capítulo 3 ❁

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Marie llevaba una semana en Eadburg, pero Aurora apenas la veía

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Marie llevaba una semana en Eadburg, pero Aurora apenas la veía. Se la pasó todo el tiempo en la baronía del padre de Margery, su amiga más cercana. Los primeros días tras su llegada los pasó con Beatriz y Joan, aunque ellas tenían vidas más ocupadas y casas más lejos, la primera hija del duque de Qufen y la segunda, hija del marqués de Lenora. Marie jamás diría algo así, pero Aurora suponía que se llevaba mejor con Margery porque tenía menos dinero, tierras y su padre una posición más humilde que sus otras dos amigas. Era más fácil impresionarla.

Tan solo faltaban dos semanas para su fiesta de cumpleaños dieciséis, evento en el que también la presentarían ante la sociedad por primera vez y anunciarían su compromiso con Felipe, y Aurora estaba hasta arriba de tareas. Tenía menos clases de francés y más de geografía. No se le daba la ubicación espacial, y la memoria no le daba para tanto, así que se la pasaba recibiendo regaño tras regaño de su instructor. Tampoco era que ella pusiera demasiado de su parte: si no se le daba naturalmente, pues ups, qué pena.

Estéfano había estado ocupado con un par de pendientes que tenía que tener listos antes de la fiesta, así que la había dejado, más o menos, en paz.

Pero, aún así, nada se sentía bien. Su cabeza dolía, y sus pies no se quedaban atrás. No solo había tenido que estudiar, como siempre, sino que también tenía que seguir con sus tontas clases de baile en las que, aunque era obvio que había mejorado, seguía fracasando.

Y hoy también tenía otro evento que la hacía querer mantenerse en su cama todo el día: la junta con su madre y hermana para terminar de acordar detalles de la fiesta.

Llegó primero que las otras dos, nerviosa. Le pidió a un sirviente un poco de aguamiel, sabiendo que lo necesitaría para sobrevivir la reunión, y se sentó a esperar. Tamborileó con los dedos sobre la mesa e intentó mantener una respiración calmada, sin conseguirlo. Casi se queda sin aliento por completo cuando su madre entró, con un vestido dorado y una túnica sin mangas verde vibrante. Aurora no podía evitar admirar la elegancia de su madre tanto como le temía a su carácter.

Se sentó en una de las dos sillas vacías y le pidió un vaso de cerveza a un sirviente.

Su madre estaba llena de vida, incluso cuando la miraba con frialdad y sin expresión alguna. Las paredes del pequeño estudio, pintadas de vibrantes colores y con retratos de nobles, a su alrededor, parecían estar a su altura. Aurora, por otro lado, se sentía fuera de lugar. Quizá estaba en lo correcto y su lugar estaba como campesina y no como princesa heredera.

—Puntual. Qué novedad —dijo con un tono amargo.

Aurora tragó saliva e intentó no encorvarse ni evitar su mirada. No sabía que contestar, así que se quedó callada. Ninguna respuesta parecía apropiada, y se preguntó si la había.

De todas formas, que se hubiera dado cuenta de su puntualidad la hizo sonreír. No era una gran sonrisa y todavía se sentía incómoda en su presencia, pero era raro que su madre aprobara algo que ella hacía. No lo demostraba con transparencia, pero Aurora sabía que la falta de reclamo era sinónimo de aprobación.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora