↠ Capítulo 23 ↞

909 120 6
                                    

Nairi entró a la tienda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Nairi entró a la tienda. Aurora estaba sentada sobre la alfombra que usaban como suelo mientras observaba el vestido y la túnica con los que había llegado. Estaban muy sucios y algo rasgados, seguramente por el camino en el bosque que la joven había realizado, atascándose en la maleza.

Aurora levantó la vista y le sonrió, pero su gesto cambió cuando reparó en la cara hinchada de Nairi.

—¿Estás bien?

Nairi asintió y se dirigió hacia una esquina, donde todas sus posesiones permanecían seguras.

—Yamin me dijo que me podía quedar —informó Aurora. Nairi intentó sonreír para hacerla sentir bien, pero no podía hacerlo ni para hacerse sentir bien a sí misma, así que siguió con la mirada fija en el contenido de su mochila mientras buscaba sus sandalias. Las botas comenzaban a estorbarle—. ¿Tú vas a quedarte, también?

—Sí. Me voy en invierno.

Consiguió sus sandalias y se sentó frente a Aurora para quitarse las botas.

—Mi madre no me quiere —dijo la joven, mirando el vestido con la sombra de una sonrisa triste—. Siempre me ha tratado como si fuera lo peor que le pasó en la vida. A mi hermana la ama. Le consciente todo lo que quiere, la abraza, la deja hablar. Yo ni siquiera puedo hacer eso. No tenía ni voz ni voto en mi vida, ni siquiera en mi fiesta de cumpleaños, pero si mi hermana quería conocer a su prometido meses antes de lo estipulado, le pedía a nuestra madre y ella se lo concedía. Solo tenía que sonreírle.

—¿Por qué me cuentas esto?

Aurora suspiró e hizo contacto visual con ella por primera vez desde que comenzó a hablar.

—También tengo un mejor amigo. Creo que te lo mencioné alguna vez, quizá no. No recuerdo, no con todo lo del rey y eso —continuó, esta vez sonriendo un poco más—. Julius. Es un cielo de persona, es mi hermano. Lo conocí porque vivió en el castillo mientras éramos niños. Antes de que él llegara, jamás hubiera pensado en que era capaz de tener un amigo. Tras no tener nadie con quién hablar por la extraña reclusión injustificada de mis padres, no confiaba en nadie y me alejaba mucho de él, así que comenzó a contarme de su vida, sobre todo lo doloroso y triste. Me hizo ver que no era la única que sufría, y se ganó mi confianza.

»No te conozco y no sé si normalmente eres así de seca o si la estás pasando muy mal, pero ahora parece que pasaste horas llorando y no hay duda de que sufres. —Carraspeó. Nairi comenzó a sentir que su estómago se revolvía, y no sabía cuál era la razón: si el brillo enigmático en los ojos de Aurora o sus palabras—. No pareces muy contenta de estar aquí, y entiendo si estoy cruzando la línea e invadiendo tu privacidad; no te culparé si me contestas que me calle y no me vuelves a dirigir la palabra, pero no soy ingrata y quiero ayudarte. Dudo que algún día pueda ayudarte siquiera la mitad de lo que tú me has ayudado estas semanas, pero siento que es mi deber intentarlo. No. —Cerró los ojos y sacudió la cabeza—. Quiero hacerlo. Si estás de acuerdo, me gustaría ser tu amiga.

La guerrera durmiente: la maldición © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora