Una noche confusa.

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Todo se encontraba en silencio y calma, daba la impresión que no había pasado nada horas antes. El único ruido que se escuchaba era el del viento moviendo las ramas de los árboles. Pero para las dos personas que se encontraban frente aquella casa, todo era diferente. Uno acababa de perder a tres amigos y la otra persona a dos amigos y a la persona que más amaba...los dos se encontraban destrozados.

-Elizabeth, vamos...tenemos que irnos...- Remus solo dirigió la vista a su amiga, mientras este sostenía en un brazo a una pequeña bebe de un año. Se dio cuenta que su amiga no podía dejar de llorar.

-Yo...él no pudo haberlos traicionado...no sería capaz...Remus, él nunca haría algo así - Elizabeth se llevó una mano a la cara para secarse las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

Para Remus era difícil ver a su amiga así, siempre la había visto fuerte y sonriendo, pero ahora sonreír para ella era difícil ya que hace tan solo un mes había perdido a la persona que más quería en manos de los seguidores de Voldemort. Y ahora sólo tenía a su pequeña sobrina que descansaba en el brazo de su amigo.

-Vamos Elizabeth tenemos que irnos a casa del ministro tenemos... que dejar a t/n...con su abuelo, y tú tienes que descansar - Remus tomo con la mano que tenía libre la mano de Elizabeth y desaparecieron en medio de la oscuridad.

Por otra parte una mujer y un hombre se encontraban mirando el despejado cielo estrellado, como si esperaran algo, no había ningún alma en la calle, solo se escuchaba el cricar de los grillos y algún lejano maullido de un gato.

-¿Entonces es cierto?...Albus - la profesora Mcgonagall no podía creer lo que pasaba.

-Temo que si Minerva...cada palabra. - El profesor Dumbledore solo le dio unas palmadas en la espalda.

-Ho Albus...que horror...hace un mes Meredith y Andrew – la vieja bruja sonaba demasiado afectada, el haber perdido a cuatro personas que habían sido sus alumnos era un golpe demasiado duro - ahora Lily y James...y los niños...¿se encuentran bien? – trataba de calmarse mientras sacaba un pañuelo de su túnica.

-Ellos están bien...Hagrid traerá al pequeño. – Respondió Dumbledore que seguía observando el cielo.

-¿Hagrid?... ¿Cómo puedes confiarle algo tan importante?- la profesora le dirigió una mirada de reproche a su viejo amigo.

-Minerva...ha Hagrid le confiaría mi vida – este trataba de calmar a Minerva.

-Albus y la niña, supongo...- no pudo terminar la frase cuando Dumbledore la interrumpió haciendo un ademán con la mano. Dumbledore permaneció en silencio y solo vio a la profesora Mcgonagall por encima de sus gafas de media luna.

-La niña, querida Minerva...vivirá con su abuelo y...- ahora la profesora Mcgonagall había interrumpido al profesor tratando de terminar la frase por él.

-Por supuesto, no habrá lugar más seguro para ella que crecer con...- Dumbledore la volvió a interrumpir.

-El ministro de Magia Cornelius Fudge.- Mcgonagall no creía lo que Dumbledore acababa de decir.

-¿¡Qué!? ¿¡Pero que estás diciendo!? - y le dirigió una mirada desconcertada. Tratando de digerir la noticia.

-Tú misma lo acabas de decir Minerva, no habrá lugar más seguro...además también cuidara de ella su tía Elizabeth Evans – Termino respondiendo con total calma. Dumbledore miro a la profesora Mcgonagall, como si esperara a que le dijera algo.

-Está bien, comprendo y ahora hablando del niño ¿no sería mejor para él, crecer en el mundo mágico?...no lo podemos dejar aquí. - Los dos profesores se quedaron viendo y ninguno decía palabra. – Los vigile todo el día y créeme no hay peor familia que esta.

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