Prefacio.

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La guerra había terminado, dejando mucho dolor y pena en el mundo mágico.

Si bien, los mortífagos en su mayoría habían sido derrotados en la guerra, algunos, -los pocos que sobrevivieron- fueron juzgados; sin embargo, a la mayor parte de ellos se les condenó al Beso del Dementor... o a una larga condena en Azkaban.

Los únicos afortunados de gozar su libertad después de la guerra fueron los jóvenes Slytherins, quienes alegaron haber sido obligados por sus familias a unirse a las filas de Lord Voldemort.

Draco Malfoy fue uno de ellos. El arrogante y orgulloso rubio fue juzgado en el Wizengamot, no obstante, se acordó dejarlo en libertad por haber asegurado a base de Veritaserum que sus intenciones no habían sido legítimas. Sin embargo, a pesar de que se le permitió conservar su fortuna y propiedades, sus padres no volverían a estar con él jamás.

Muertos.

Su padre murió en la guerra a causa de que se interpuso entre el Avada Kedavra que iba en dirección a él y a Narcissa. Contrario a todo lo que se creía, Lucius Malfoy amaba a su pequeña familia más que a nada en el mundo. Más que a su poder, más que a sus riquezas. Más que a él mismo.

Al notar que ellos intentaban escapar de la guerra, comenzó a  atacarlos mediante hechizos imperdonables. Narcissa y Draco lograron desaparecerse, pero el patriarca Malfoy, en un intento de proteger a su familia, y dándose cuenta de que había perdido su varita durante el escape, se atravesó para evitar que la maldición asesina hiriera a las únicas personas que amaba. Lucius murió al instante.

Pasado aquel acontecimiento, se dirigieron inmediatamente a la Mansión, pero tuvieron la mala fortuna de encontrase con que un grupo de aurores ya les esperaba para arrestarlos.

Su amada progenitora fue juzgada por albergar al Señor Tenebroso en su Mansión, y aunque no llevaba la marca, si era una fiel seguidora de él.

Draco  sabía que todo aquello su madre lo había hecho para protegerlo. Si bien, sus padre era un hombre con los prejuicios de sangre muy arraigados, su madre no lo era del todo; para Narcissa los ideales de la sangre superior  no eran tan importantes como para seguir las peligrosas ideas de Voldemort. Pero ella amaba a Lucius... lo hubiera seguido hasta el fin del mundo si él se lo hubiese pedido.

Narcissa Malfoy fué condenada a pasar el resto de su vida en Azkaban.

Pero lo que realmente destruyó la vida del único vástago de los Malfoy, aquello que  provocó  que él se sumiera en una terrible depresión, fue una carta que llegó una mañana de junio, un mes después de la guerra.

El rubio estaba elegantemente sentado en el sofá de cuero negro en que su padre solía sentarse a tomar un poco de whisky en su despacho. Ése fue su escondite por meses, aquellas paredes habían sido testigos de la cantidad de lágrimas furiosas que derramó desde que la guerra concluyó.

Extrañaba a sus padres.

Lucius había muerto, y Narcissa purgaba una condena que ella no merecía.

Dio un último sorbo a su copa, y se puso de pie al observar una lechuza blanca picotear la ventana.

El ave mensajera entró cuando abrió un poco el gran ventanal de cristal. Tomó la carta que la lechuza tenía en el pico y la leyó, comenzando a sentir un extraño nerviosismo al reconocer  el sello.

Sus ojos se empañaron. Arrugó la carta y la aventó a cualquier lugar desconocido del suelo. Inmediatamente se apareció en el despacho del Kingsley Shacklebolt.

El Ministro ya lo estaba esperando ahí, con un gesto de tristeza y compasión en el rostro.

Joven Malfoy, antes que nada le pido que tome las cosas con calma
—hizo un ademán para indicarle que tomara asiento, Draco se negó.

—¿Qué pasa con mi madre? preguntó con una prepotencia que ocultaba su verdadero estado de ánimo.

El ex jefe de aurores se frotó las manos demostrando su nerviosismo.

Su madre murió esta mañana.

Para Draco la muerte de su padre fue terrible; sin embargo, perder a su Narcissa, la mujer que lo dio a luz y la única persona que le quedaba en el mundo, fue lo peor que pudo sucederle en su corta vida; hasta aquel entonces, ya que él no era consciente de lo que sucedería en el futuro.

Si bien, ahora era heredero de una incontable fortuna, de un gran número de propiedades alrededor del mundo y muchas empresas; Draco no era feliz.

Situaciones bastante distintas sucedían con el famoso y adorado Trío de Oro.

Harry Potter ahora era el héroe del mundo mágico. Todos lo amaban y salía en todas las revistas y periódicos. Desde El Profeta, hasta Corazón de Bruja y obviamente, en revistas de Quidditch. Muchas chicas estaban perdidamente enamoradas de el joven héroe, quien había iniciado una relación con Ginny Weasley poco antes de la guerra; no obstante, tal relación había durado poco. Al parecer el amor 'platónico' entre ellos no había sido suficiente para superar todas aquellas barreras que se les interpusieron, anterior y posteriormente a la batalla de Hogwarts. Ambos terminaron amistosamente al cumplir los dos meses de relación.

La situación de Ronald Weasley era un tanto diferente. Vaya que aquel chico había cambiado, se había vuelto más apuesto y traía montones de chicas detrás de él. Hermione Granger había fue una de ellas, y cabe decir: fue la afortunada.

Su noviazgo había empezado cuando se besaron en la Cámara de los Secretos en plena batalla de Hogwarts, pero ninguno de los dos había estado seguro de sus sentimientos, y aquella relación fracasó rápidamente. Si el noviazgo de la menor de los Weasley y el héroe del mundo mágico había durado poco, la de Hermione y Ron había durado nada.

Tan sólo una semana. Ambos quedaron en buenos términos, y aunque no siguieron siendo los mejores amigos, continuaron, aunque escasamente, dirigiéndose la palabra.

Sin duda el Trío de Oro no tenía suerte en sus relaciones amorosas.

Pero eso estaba por cambiar.

Hermione Granger, la joven bruja más talentosa e inteligente, cambió en muchísimos aspectos.

Cuando buscó a sus padres para regresarles sus recuerdos, se encontró con que ellos habían fallecido en Australia a causa de un accidente automovilístico.

Aquello significó un golpe duro para la joven castaña, quien obviamente quedó devastada.

Ahora lo único que le quedaba era su abuela paterna, una muggle. Rose Granger era una viuda adinerada y de alta clase social, que incluso se codeaba con la realeza británica y a la vez, sostenía amistades con las personas más influyentes de Inglaterra.

Al morir sus padres, su abuela Rose fue a quien se le otorgó su custodia, pues en el mundo muggle seguía siendo menor de edad.

Se fue a vivir con ella, a su grandiosa mansión en las afueras de Londres, un recinto hermoso que tenía una preciosa vista al bosque, y un lago de aguas cristalinas que le recordaba a Hogwarts.

Lo que Hermiome no se imaginaba es que experimentaría muchos cambios en su nueva vida, una vida que en nada se comparaba a lo que antes solía ser.

Su abuela la había convertido en una señorita de sociedad, que asistía a bailes de gala y eventos de caridad. Que portaba lujosos y carísimos vestidos y que se relacionaba con la gente más influyente del mundo sin magia.

Todo el mundo de Hermione Granger había dado un completo e inesperado giro.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora