42. Azkaban, la maldición Rosier y el Colegio de Sanadores.

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Draco lanzó el arrugado periódico a las llamas ardientes de la chimenea de mármol oscuro de su despacho.

Observó con satisfacción la manera en que el papel comenzó deformarse  hasta volverse cenizas.

Dio un par de pasos hacia la salida, cogió su túnica y con pesadez tomó su varita para aparecerse en Azkaban.

Mientras tanto, entre el crepitar del fuego de una de las tantas chimeneas de la Mansión Malfoy, un trozo de periódico estaba sobreviviendo a las llamas. Parecía que estaba maldito, pues tardó mucho más tiempo en volverse polvo. Podía leerse con dificultad el siguiente fragmento:

«La señorita Hermione Granger anunció su ruptura con Draco Malfoy, y por lo tanto, el fin de su compromiso...»


**

El estruendo de las olas sintonizaba con la tormenta eléctrica que caía furiosa sobre la isla ubicada en algún punto desconocido para los no mágicos en el Mar del Norte.

Los pasos de Draco eran suaves y lentos, a comparación de los de Harry, quien a su lado, caminaba a prisa sobre el camino de piedra, chapoteando el agua de tal manera que le mojaba la ropa.

El rubio hizo una mueca de hastío.

—Estás salpicando mi túnica, Potter.

Harry se encogió de hombros.

—Llegamos —le ignoró, observando como uno de los guardias se acercaban a ellos.

—Señor Potter —saludó el hombre fornido, completamente vestido de negro y portando en las manos una vara color dorada, muy similar a las que usaban los guardias en Gringotts—. Joven Malfoy —dijo con desgano.

Era imposible no reconocer a ese muchacho; primeramente, porque ése color de cabello y ojos lo había visto solamente en un antiguo recluso, pero sobretodo, porque había leído El Profeta esa mañana.

Muchacho estúpido, pensó.

—Venimos a interrogar a una prisionera —informó Draco.

El hombre enarcó una ceja.

—Tenemos un permiso firmado por el Ministro Shacklebolt —acotó el azabache, extendiéndole un pergamino.

El guardia lo leyó con detenimiento.

—Sí, sí... la señorita Astoria Greengrass fue trasladada de San Mungo a aquí hace un par de días.

Los dos lo miraron con sorpresa.

Entendiendo la curiosidad de los dos jóvenes magos, continuó:

—Fueron a arrestarla después del rescate de la señorita Granger  —miró a Draco de reojo, quien como respuesta, clavó su mirada fría en él—, sin embargo, trató de escapar. Saltó por la ventana de su alcoba y de no haber sido porque se lanzó sobre su elfo doméstico ... hubiese fallecido.

Draco soltó una estruendosa carcajada.

—Una lástima. Cuando Hermione se entere de esto exigirá el Beso del Dementor para Astoria —comentó entre risas—. ¡Es una empedernida defensora de criaturas mágicas! —le informó al guardia.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora