2. Por los cambios.

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Hermione estaba por cruzar el muro, cuando recordó que Enrique estaba con ella.

-Enrique, de aquí ya me voy yo sola, será mejor, la prensa me está agobiando. -dijo Hermione, haciéndole señas al chico que llevaba sus maletas, un mago que trabajaba en la Mansión Granger. -Louis, espérame un momento, ahora nos vamos. -él chico asintió.

-¿Estás segura? ¿No prefieres que te acompañe? -le dijo Enrique.

-Estoy segura. La prensa ya me está desesperando, no te preocupes, el tren está por partir y Louis me acompañara. -dijo intentando convencerle.

-Está bien. -dijo rendido. Conocía a la chica y sabía que era testaruda, pero así la quería. -Entonces te veo en Navidades. -sonrió el acercándose, y abrazándola.

-Claro, nos vemos. -respondió al abrazo y luego depositó dos besos en sus mejillas.

-No olvides escribirme, Hermione. -dijo alejándose. -Siempre te estaré esperando. -le dijo con una sonrisa traviesa.

Hermione se ruborizó un poco ante aquello, pero sonrió.

-Lo sé. -y con esa sonrisa espero a que Enrique estuviera lo suficientemente lejos para cruzar el muro.

Cuando lo hizo, suspiró, y a paso elegante entró al andén 9 y 3/4, bajo la mirada sorprendida de muchos.

Louis ya iba adelante, para subir sus maletas en el tren.

Los murmullos aumentaron al ver a la heroína de guerra tan cambiada, tan hermosa y tan elegante. Pareciese que fuese otra, porque a pesar de toda aquella belleza, no desprendía felicidad, su dulce sonrisa no adornaba su rostro y aquello sorprendió a muchos.

Al llegar a la entrada del tren, no quiso esperar a nadie, pues estaba demasiado agobiada de tantos reporteros y preguntas, que no quería aún más parloteos de Ginny, Harry y Ronald.

Además de que no estaba con ánimos de platicar, sus padres habían muerto y no tenía muchas razones para estar feliz.

Mucha gente creía que después de la guerra todo mejoraría, pero no para todos. A algunos, la guerra les quitó hermanos, amigos, familiares... O sus propios padres.

Amaba a sus amigos, pero no tenía muchas ganas de pasársela escuchando conversaciones de Quidditch, y sobretodo, que la bombardearan de preguntas.

Así que a pasa firme, subió al tren, yéndose hasta el último compartimiento.

Al entrar, cerró la puerta detrás de ella, y se sentó junto a la ventana.

Suspirando, observó a las personas que despedían a sus hijos, recordaba cuando sus padres la iban a dejar cada septiembre... Hasta que gracias a la maldita guerra le fueron arrebatados.

Su abuela deseaba ir a dejarla, pero Hermione se había negado, diciendo que con la compañía de Enrique bastaba.

Dirigió su mirada al bolso negro que traía, lo abrió y sacó su novela favorita.

En realidad, una tragedia.

Abrió lentamente el libro, acariciando el título de este... Romeo y Julieta. Su libro favorito muggle.

Cuando iba a comenzar a leer, la puerta del compartimiento se abrió de repente, sobresaltándola.

El chico que entraba dirigió su mirada a la castaña que allí se encontraba, y se sorprendió bastante.

-Granger. -dijo a modo de saludo.

-Malfoy. -respondió ella.

-¿Te molesta si me quedo? -preguntó, tranquilamente.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora