37. Ella está de vuelta con nosotros.

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—¡Crucio! —exclamó Yaxley apuntando a Charlie con la varita.

—¡Expelliarmus! —el pelirrojo fue más rápido, y lo lanzó hacia atrás logrando que se golpeara con una armadura.

Blaise buscó frenético a su chica, encontrándola segundos después en una reñida batalla contra una bruja de edad mediana a la que no conocía.

Sus manos actuaron autónomas cuando vio que un mortífago levantaba la varita para atacarla por la espalda.

—¡Crucio! —bueno, quizás fue algo drástico, pero la satisfacción que sintió al ver al maldito que iba a atacar a Ginny retorciéndose de dolor en el suelo, lo hizo sentirse mejor.

Theo lanzaba hechizos a diestra y siniestra a todo mortífago que pasaba frente a él, y mientras tanto, se encaminaba escaleras arriba para continuar con su misión.

Pero le fue imposible continuar.

—¡Theo!

—¡Nott!

Las dos voces –ambas femeninas– le hicieron girar la cabeza. A pocos metros de él, Luna estaba sufriendo un Incarcerous de manos de un mortífago, y todos los aurores y miembros de la Orden que estaban ahí, se encontraban luchando sus propias batallas. La otra voz, una más prepotente y demandante, provenía de Annabeth, quien lo buscaba desesperada con la vista... parecía que a duras penas podía sostener la varita, se veía demasiado pálida y sus ojos celestes estaban nublados. Si lo hacía rápido, podría ayudar a las dos...

—¡Theodore! —y ése fue el único incentivo que necesitó para dirigirse corriendo hacia Luna.

Y Annabeth, a la distancia, cuando lo vio elegir a Luna en vez de a ella, derramó una lágrima.

Claro, él jamás la elegiría.

—¡Desmaius! —dejó caer en la inconsciencia a su atacante, un momento antes de hacerlo ella misma.

Viktor y Charlie al verla caer, acudieron en su ayuda, dejando en manos de Kingsley, Arthur, Molly y los demás, la eliminación de los mortífagos.

**

—¡No abre! —exclamó Harry mientras conjuraba cuantos hechizos podía para abrir la destartalada puerta de madera.

Él sabía que Hermione estaba ahí. Podía sentirlo.

Alec apretó la mandíbula detrás de él, y en cuestión de un abrir y cerrar de ojos, hizo explotar toda la pared.

Tuvieron que entrecerrar los ojos, ya que cientos de astillas volaron.

—¡Andando! —ordenó Harry a Ron, Alec, George y Seamus.

La oscuridad reinaba en ése cuarto, al igual que el silencio.

Lumos —conjuraron.

Se adentraron buscando indicios de la chica que buscaban, Seamus tragó en seco cuando vio un trozo de tela con sangre. Lo levitó con cuidado, y llamó a Harry.

—Harry, amigo —el chico se giró hacia él, y observó con tristeza aquel trozo.

Lo tomó con cuidado de las manos de Finnigan antes de que una lágrima resbalara por su mejilla.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora