6. Matthew Letterman.

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El rubio sonrió mientras terminaba de pagar una jugosa cantidad a la elegante dependienta por el obsequio de cumpleaños de Granger.

En realidad no sabía muy bien porqué quería demostrarle a la Gryffindor que él daba verdaderos regalos, no como el el dichoso príncipe que casi la obligaba a casarse con él pidiéndole que se pusiera un anillo de compromiso.

Aunque tal vez era -y quería pensar- su instinto Slytherin; el querer hacerse notar y estar por encima de los demás.

«Sí eso debe ser» pensó, un poco frustrado.

-Señor Malfoy, ¿desea que enviemos el paquete a algún lugar, o a alguien en especial? -preguntó la mujer rubia enviándole una seductora sonrisa, que Draco, demasiado ocupado en sus pensamientos, ignoró.

-Sí, envíenla a la señorita Hermione Granger. Al colegio Hogwarts, a la hora de la cena. -pidió.

La sonrisa de la mujer se desvaneció al escuchar aquello, y le volvió a hablar, pero ahora con más seriedad y verdaderamente sorprendida.

-¿La heroína de guerra? -preguntó.

-Sí. -murmuró rodando los ojos; luego se sacó del interior del saco un sobre con el sello de la familia Malfoy, y se lo extendió a la mujer. -Esta carta también.

La mujer la tomó, y Draco sin siquiera despedirse, salió del lugar a paso elegante.

Estaba en una zona del Callejón Diagon por el que muy pocas personas transitaban, sin embargo, las pocas que andaban por ahí, estaban vestidas elegantemente y se notaban de familias de grandes fortunas.

-¡Joven Malfoy! -le llamó un hombre de algunos cuarenta años, vestido con elegancia y una mueca de superioridad. Un sangre pura en toda la extensión de la palabra.

Draco se giró lentamente y se acercó al hombre, extendiéndole una mano a modo de saludo.

-Señor Greengrass... -dijo con pesar aquel apellido.

-Me alegro de verte Draco, quería informarte algo sobre tu situación y la de mi hija Astoria. -dijo el mago con lentitud, como sopesando cuáles eran las palabras adecuadas que tenía que decir; pues a decir verdad, Draco Malfoy imponía temor.

-Mi padre antes de morir me dijo que estábamos comprometidos. Y Astoria me lo dijo hace unos días. -dijo Draco sin entusiasmo. Y la verdad era que para nada le agradaba la idea de casarse con Greengrass; siempre se le hizo una chica demasiado tonta y poca cosa para él.

-Sí, bueno... -dijo con nerviosismo. -Sé que no es muy adecuado que hablemos aquí, sin embargo, debo decírselo ya. -suspiró, y mirando a Draco, volvió a hablar. -El compromiso está anulado.

**

Decir que estaba feliz, era poco. Estaba tan contento que incluso pensó en regalarle rosas a Granger cuando pasó frente a una florería. Aunque ese gesto se le hizo demasiado romántico y comprometedor. Él no quería que ella pensase que quería meterla a su cama. No. Por más extraño que sonase, y por más bella que fuese la leona, él no quería meterla en su cama.

Si algún día se interesaba sentimentalmente con ella -cosa que evitaría a toda costa- él perfectamente sabía que ella no sería una más de sus conquistas.

Así que no le compró las rosas. Estaba que saltaba de la felicidad por saber que se había terminado el compromiso de él con Astoria; pero no por eso, tiraría por la borda su reputación. Y mucho menos, quería que Granger pensaba que él tenía dobles intenciones.

Lo único que él quería hacer era demostrarle a la castaña que él era mejor que el idiota y cursi de su pretendiente.

[...]

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora