21. Guerra entre Príncipes.

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La cena se sirvió cuando ambos bajaron de sus respectivas habitaciones. Draco estaba encantado con la suya, y luego de que Hermione se fuera a la que le pertenecía, se quedó un rato mirando en el balcón.

Había una increíble vista desde ahí, y recordó que Hermione alguna vez había mencionado algo sobre lo mucho que adoraba la Mansión de Londres, pues tenía una vista que le permitía observar un bellísimo Lago y los imponentes bosques.

Cuando llegaron al comedor, una larga mesa de cedro oscuro con elegantes decoraciones les esperaba, con cubiertos puestos para tres personas. Una enorme araña perfectamente conformada de cristales alumbraba el comedor.

Rose les esperaba, de pié detrás de la silla de cabecera que ella solía ocupar. Extendió ambas manos a los lados, indicándoles que cada uno se sentaría a un costado de ella, pues así decían las reglas de mesa.

Draco siguió a Hermione hasta el lugar que ocuparía, y le retiró la silla para que se sentara.

-Gracias. -el chico le sonrió, y repitió el acto con Rose, ayudándola a tomar asiento.

-Gracias querido. Eres verdaderamente un encanto. -el ojigris inclinó la cabeza en forma de agradecimiento, mientras ocupaba su lugar. -Puedo entender por qué Hermione está tan interesada en ti.

-Me halagas, Rose. -respondió.

-Sé reconocer las cosas en voz alta cuando son ciertas. -acotó la mujer con una sonrisa.

La castaña ciertamente se sentía fuera de lugar, por una parte, su abuela casi gritaba a los cuatro vientos toda su vida; y Draco le seguía el juego.

-Hermione, dulzura, ¿por qué estás tan callada hoy? -le preguntó Rose, con mirada preocupada.

La chica de pronto se sintió un tanto mal por portarse así, pues ciertamente, su abuela no hacía esos comentarios con la intención de agredir; molestar y tal vez avergonzar un poco sí, pero con diversión. Miró a Draco, que también le observaba con esos penetrantes ojos grises que siempre estaban en sus sueños.

Articuló una sonrisa.

-No me sucede nada, abuela. Es sólo que Draco y tú tienen muchas cosas que charlar. No quiero interrumpirles.

-Pero si tú no interrumpes, Hermione. -el platinado asintió. -Adelante, cuéntenme cómo se conocieron.

Draco y Hermione se miraron el uno al otro, analizando bastante bien si sería prudente contarle los pormenores de su relación hacía siete años.

-Jamás fuimos amigos... -comenzó la Gryffindor.

La cena se sirvió momentos después, mientras ambos magos relataban a Rose como había comenzado todo.

-¿Entonces fue como esas novelas románticas? Ya saben, del odio al amor... -comentó la abuela, mientras tomaban el postre.

-Técnicamente así fue. -contestó Draco, sonriéndole mientras observaba como Hermione llamaba a una de las sirvientas.

-¿Qué es éste manjar, Violet? -le preguntó, mientras señalaba su plato.

-Es eton mess, señorita. Mi hermano le ha pedido la receta a un amigo suyo. Consiste en una mezcla de fresas, trozos de merengue y nata. -respondió amablemente.

-Pues está delicioso. -el Slytherin y Rose le observaron con ternura. -Tal vez deberían enseñarme a prepararlo un día de estos.

De pronto los ojos de la empleada brillaron, sintiéndose terriblemente halagada por la amabilidad de Hermione.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora