Las hebras con destellos dorados bajo los cálidos rayos de sol del amanecer, eran cepillados con gracilidad por la peineta de plata que había pertenecido a su bisabuela.
No estaba tranquila. Y mucho menos feliz. La sangre sucia había logrado escapar con ayuda de sus estúpidos amigos hacía un par de días.
Estaba furiosa.
Pero como siempre debe existir un balance, algo bueno para ella complementó su desgracia.
Según los rumores, el compromiso entre Draco y la sangre sucia había sido anulado. Y no pudo estar más satisfecha al leerlo en los diarios, por letras de la mismísima Rita Skeeter.
Sabía que la mujer no era una fuente confiable, sin embargo, luego de llevar a cabo una pequeña investigación con algunas fuentes confiables, confirmó lo que por largo tiempo estuvo deseando.
Al fin sería de ella... Draco... Su Draco.
Esa mañana se engalanó con una de sus mejores túnicas, ya que ése sería uno de los mejores días.
Si bien, ya había logrado destruir el compromiso de Draco, aún existía el motivo de sus desgracias.
Granger.
Seguía viva, y no podía permitir que el rubio volviera a correr a los brazos de ésa inmunda; así que ideó un tedioso plan para entrar a la habitación de San Mungo en la que ella se encontraba. Estaba segura de que una docena de aurores —sin contar a Potter y sus amigos— estaban a cargo de la seguridad de la empollona sangre sucia, pero su plan estaba tan perfectamente trazado que tenía la plena seguridad de que lograría su fin.
—Oh Granger... Hoy al fin cumpliré mi promesa de eliminarte de la vida de Draco. De nuestras vidas —se corrigió—. Hoy, finalmente, ha llegado el día en que verás las llamas del infierno.
Su oído se agudizó cuando escuchó un par de extraños sonidos, como si estuviera ocurriendo un duelo en la parte baja de la Mansión, acompañados de los gritos que parecían ser de sus padres.
—¡Worbick!
El elfo de la familia apareció frente a ella haciendo una extravagante reverencia.
—A sus órdenes, señorita.
—¿Qué está pasando ahí abajo? —preguntó mientras observaba a la criatura con desdén.
El elfo la miró con temor.
—Mi ama, me temo que... los...
Astoria le dio una fuerte bofetada, provocado que el elfo cayera al suelo.
—¡Worbick se disculpa, mi señora!
La joven lo miró con hastío.
—¡Habla ya!
—Los aurores, señorita, están ahí abajo. Vienen a arrestarla.
Un tic nervioso apareció en el ojo derecho de Astoria mientras que la mano que sostenía la varita de ébano comenzó a temblar.
Vanamente, intentó desaparecerse del lugar.
—Un hechizo Anti–Aparición, lo acaban de poner hace unos minutos, ama —anunció el elfo, que estaba castigándose en la pared contigua a ella.
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Los Celos de un Slytherin
FanfictionLa vida de Hermione Granger dio un inesperado giro luego de la muerte de sus padres. Fue acogida por su adinerada abuela muggle, luego asediada por un príncipe, y... ¿Otro príncipe más? ¿El de Slytherin? Draco Malfoy heredó todo en cuanto Lucius f...