22. Siempre ha sido él.

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Te ves encantadora esta mañana, Hermione...

Las palabras que el intento de príncipe le ha había enviado a Hermione, aún flotaban en su mente, burlándose de él. Su ceño se frunció cuando el otro rubio le dedicó una gran sonrisa a su Granger.

—Y dime, Draco, ¿nos hemos visto antes? —le preguntó Enrique, levantando su vista hacia el chico.

—Me temo que no —soltó con desdén.

El Slytherin ignoró completamente la mirada que la castaña la envió, pues a fin de cuentas, ella también era culpable de su molestia. ¿Qué nargles hacía ella sentada junto a ése?

—Tú apellido no lo había escuchado nunca... ¿Tu familia es extranjera? —era obvio que jamás había escuchado el apellido Malfoy, porque su familia nunca había introducido sus negocios hasta el mundo muggle -por razones obvias- aunque eso cambió cuando él tomó el mando de las empresas.

—Así es. Provenimos de Francia —acotó.

Las secas respuestas que Draco le enviaba a Enrique, permitieron que el príncipe notara la antipatía del "amigo" de Hermione hacía él.

—¿Qué tal están las cosas en Palacio, querido? —preguntó Rose, cambiando de tema para cortar la tensión.

El joven se limpió cuidadosamente la boca con su servilleta, antes de tomar la palabra.

—Agradables, aunque debo admitir que mi abuela está un tanto... —se detuvo un momento—. Molesta.

Hermione, que no había intervenido en la conversación, notó como su abuela se tensaba.

—¿Pero está de acuerdo?

El chico sonrió amargamente.

—Aunque estuviera en desacuerdo, es mi decisión —dijo, y luego miró a Hermione—. Y la de ella.

Draco de repente se sintió un tanto incómodo al observar cómo los ojos del "intento de príncipe" centellaban algo indescriptible cuando veían a Hermione.

—Creo que ese no es un tema para hablar durante el desayuno —acotó la Gryffindor.

—Oh por supuesto, ya hablaremos después —inquirió Rose.

Los minutos transcurrieron tensos y bastante lentos, para desagrado de Hermione y Draco.

—Tienes una mancha en... —Enrique le señaló la comisura de labio, y al notar que la castaña no lograba limpiarse, tomó su servilleta y la pasó con suavidad sobre su labio.

Los puños de Draco se crisparon inmediatamente, y sintió que su sangre comenzaría se bullir en cualquier momento.

—Gracias —murmuró Hermione, ruborizándose.

El chico asintió con una sonrisa.

—¿Y a qué te dedicas? —de nuevo le preguntó Enrique a Draco, sin poder evitar un toque de molestia y desdén en su voz.

¡Já! ¿Qué se creía ése? ¿En verdad quería jugar a ser cruel? Él, personalmente era experto en eso. Por algo era un Slytherin, ex mortífago, y, sobretodo, un Malfoy.

Los Celos de un Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora