Fairuz.
Cuando estaba por salir corriendo con absolutamente nada para sobrevivir, la voz que había funcionado como mi conciencia desde que tengo uso de razón, habló:
—Quita esas ideas de tu cabeza —dijo mamá riéndose. —No vas a salir corriendo, niña loca.
—¡Sabes que no me gustan los pueblos, mamá! No quiero ir —me crucé de brazos con el ceño fruncido, mostrando esa v que se me formaba en la frente al estar enojada.
—Sube al auto —todos dentro de este se reían, Santiago me miraba como diciendo apúrate, igual no tienes otra opción.
Subí luego de jalar mi cabello frustrada. Me coloqué mis audífonos y apoyé mi cabeza a la ventana, sabía que el camino iba a ser largo, después de todo, tres horas y diecisiete minutos se le hacen largos a cualquiera. Después de hacer una parada en una gasolinera, a petición mía porque necesitaba utilizar el baño, comprarme gomitas y dos horas de viaje más, nos estacionamos.
—¡Despiértense, llegamos! —mencionó papá, súper emocionado.
—¡Genial! Huele a oveja —grité haciendo que Franco me mirará con mala cara por el espejo retrovisor, yo solo le saque la lengua.
Bajamos con el trasero adormecido. Al poner un pie fuera del auto y mirar alrededor, me di cuenta que era un pueblito como los que te estás imaginando, pero el clima y el ambiente me parecieron acogedores. De la puerta salió corriendo la abuela a darnos un abrazo a todos, lloró al ver lo grandes que nos encontrábamos y nos apretó con mucho entusiasmo. Luego de que Franco le recordara que debíamos pasar, ella sonrió maternalmente y nos invitó a ingresar para instalarnos en las habitaciones que serían nuestras por los próximos dos meses.
Mientras desempacábamos, la abuela se encargó de contarnos en una hora todo lo que había hecho en todo este tiempo sola. Nos hizo un recorrido por la casa y finalmente nos mostró la nueva colección de mini suculentas que tenía en su gran cocina que olía a comida casera.
—¿Por qué no me acompañan a traer el pan que encargué? —nos sonríe tierna la abuela mientras acaricia la cabeza de Miranda.
La miré parada en la puerta, llevaba puesto su mandil de flores y un vestido largo, sus canitas se notaban más ahora al igual que sus arrugas, y pensando en eso, recordé que la había extrañado y que si tenerla cerca implicaba quedarme unos meses en el pueblo con olor a oveja, lo haría con la mejor actitud, o al menos lo intentaría.
Salimos caminando con ella mientras mis padres se quedaron acomodando la mesa para el regreso. Miranda, mi pequeña hermana, iba corriendo de un lado al otro sacando plantitas de los todos arbustos que veía, mientras que Santiago, mi hermano mayor, iba conversando con la abuela sobre la universidad. Yo, iba perdida en mi mundo, quería llegar a esa panadería y regresar a ver televisión.
—¡Miranda! Cuidado pis... —Santiago gritó con las manos en la cabeza haciendo que toda mi atención fuera a la niña de trenzas.
La pobre había pisado popo de perro y tenía todo el zapato sucio.
—Miranda —alargué su nombre riéndome super fuerte. —¡Que tonta! —se me salía el pulmón, literal.
—¡Dios, hija! —la abuela corrió hacia ella mientras intentaba calmarla para que no rompiera en llanto. —No importa, vamos a la casa. Fairuz, ¿Puedes ir por el pan? Queda a pocas cuadras, mira, camina derecho y cuando llegues al cartel que dice "Limons" volteas a la derecha —me entregó un ticket. —Entregas esto y listo, regresamos con tu hermanita a la casa, ¿Está bien o quieres que tu hermano te acompañe?
—Prefiero perderme sola que ir con este inútil —sonreí sarcásticamente.
Santiago me sacó la lengua y la abuela me hizo una seña para que me diera prisa, los vi alejarse y yo emprendí mi camino rápidamente. Caminando miraba todo a mi alrededor, las pequeñas tienditas se encontraban cerradas y el pueblo no tenía a muchas personas en las calles, en menos de diez minutos di con la panadería. Abrí la puerta y sonó una campanita típica de estos lugares, me dio gracia y mi niña terremoto interior la hizo sonar tres veces más, luego de mi pequeño juego y la mala mirada de un anciano, entré para esperar mi turno.
—Buenas tardes, vengo para recoger el pan que encargó mi abuelita —dije sonriendo.
—Claro, ve al mostrador, ahora mismo te atienden.
Me dirigí frente a una vitrina de vidrio donde veías todo tipo de panes, olía super rico, habían postres que parecían sacados de una película por perfecta decoración que tenían. Me distraje tanto pensando en lo delicioso que se veían, que escuche un aplauso y levanté la cara.
—Disculpa ¿Qué vas a ordenar?
—Perdón —me disculpé y una risa nerviosa salió de mis labios. —Vine a recoger una docena de panes, ya le entregue mi ticket a la señora de la caja.
—Claro, ahora los traigo —él sonrió y desapareció por una puerta.
Espere y luego de unos minutos, el señor volvió con una bolsa de papel marrón. Agradecí y me di media vuelta para irme. Estaba por salir y por voltear para responder el saludo de la señora de la caja, choqué contra algo haciendo que me tambaleara. Voltee asustada y vi muchos de los ricos pastelitos en el suelo, no sabía donde esconderme, lo primero que hice fue arrodillarme a recogerlos, fue entonces cuando me quedé estática.
—¡Dios! ¡Perdón, por favor! ¡Lo siento, los voy a pagar, déjame traer a mi papá!
—Tranquila, no te preocupes —dijo con la mirada en el piso recogiendo el desastre.
—En serio perdón, yo no quis...
—Pasa todo el tiempo —escuché su risa, realmente no le creía pero al oír su voz, me tranquilice.
—Que desastre —tapé mi cara con ambas manos, avergonzada.
—Calma, no pasa nada... um... —se quedó mirando hacia el piso, entonces lo primero que salió de mi boca fue mi nombre.
—Fairuz, me llamo Fairuz.
—Claro, Fairuz, me llamo Harry.
Cuando levantó la mirada, supe lo que era enamorarme a primera vista.
🌻🌻🌻
¡Hola! Les dejo el capítulo dos.
Espero les este gustando la historia, cualquier sugerencia o idea, se acepta.
No se olviden dejar sus votos y comentarios, son importantes para mi ♡
¡Gracias y les mando un abrazo!
Clau ♡
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Just let me adore you [H.S]
أدب الهواة"Después de pensar que nuestra historia acabaría por completo ese verano en Holmes Chapel, no tuve la suficiente valentía para mirarlo a los ojos otra vez. Eran emociones más fuertes de las que mi cuerpo podía soportar, era él, nuevamente él." Para...