Capítulo 50

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Marinette.

El sonido de las salchichas asándose en la parrilla me traían hipnotizada.

Y no era precisamente porque tuviera hambre, sino más bien porque no estaba para nada de acuerdo con esta situación. Una parrillada en el techo del edificio, margaritas, música, Alya, Nino, Joanie y unas estruendosas clases de defensa personal.

- Cariño.

No entendía cómo es que podían estar tan felices y relajados celebrando en circunstancias como estas. El problema en el que estábamos metidos bien podría estar lejos de terminar si mañana las cosas no salían como esperábamos. Y si ese era el caso, esta prematura fiesta nos vendría como balde de agua fría.

O por lo menos a mí.

- ¿Cariño? ‒no caí en la cuenta de que esa voz se refería a mi hasta que Adrien toco mi hombro‒ ¿Amor? ¿Estás bien?

- ¿Ah?

- Estas en la luna ‒rio quitándose con dificultad unas gruesas almohadillas de boxeo de las manos que usaba para enseñarles a pelear a los hijos de Joanie.

- No es eso ‒susurre de malas pulgas‒ solo estoy preocupada.

- Por favor, ya no pienses en esa idiotez. Ya está resuelto.

- ¿Cómo puedes estar seguro Adrien?

- Aquí vamos otra vez.

Habíamos tenido esta discusión al menos unas ocho veces, y al final siempre acabamos concluyendo que yo estaba exagerando y a la vez él estaba siendo muy poco precavido.

- Esto es serio. El juicio será mañana, y aún existe la posibilidad de que...

Me puso un dedo en los labios para dejarme a media oración.

- Ya cálmate. Todo saldrá bien, lo prometo ‒dijo para luego darme un beso fugaz‒ estas linda.

- No me vengas con eso Agreste.

- Ten, bebe algo. Relájate, siéntate aquí junto a Joanie y deléitate con las habilidades deportivas de tu futuro esposo ‒dijo alcanzándome un vaso de zumo de limón con menta y mucho hielo, al tiempo que me conducía a una reposera junto a la cual Joanie alentaba a sus hijos con carteles y todo.

Este sitio en la azotea se convirtió hace meses en el lugar ideal para que mi perfecto rubio sirviera de instructor de defensa personal para Thomas y Molly, quienes siempre parecían muy entusiasmados con sus entrenamientos, a pesar de que el profesor no fuera para nada profesional.

- ¡Mírame, cariño! ‒gritaba sonando como niño chiquito mientras Thomas trataba de atizarle con sus guantes de boxeo.

- Te veo, te veo ‒reí alzando una hoja con el número diez.

- Pareces tensa Marinette. ¿Sigues preocupada por el juicio de mañana? ‒me pregunto Alya sentándose a mi lado izquierdo en lo que Nino y Alex se encargaban de la parrilla.

- ¡Y claro que sí! ‒exclame con ahínco‒ no por nada se definirá el resto de nuestras vidas.

Si, tal vez si estaba exagerando un poco.

- Creí que todo estaba saliendo bien con ese idiota innombrable ‒comento Joanie.

- Pues sí, pero hasta que el caso no se resuelva y esté completamente cerrado no lograre estar tranquila ‒insistí dejando salir todo el aire de mis pulmones‒ joder, esto ha tardado demasiado tiempo.

Dos centavos por una canción. [Miraculous AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora