Capítulo 13

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En mi humilde opinión... aquí hay muchas personas  con sabor a Café. 

Marinette

Los rayos del sol pegaban justo en mis pies. Y se sentía muy bien.

A poco andar la tarde siempre se colaban por la trampilla del techo dando en ese sitio exacto de mi cama donde de vez en cuando me daba por tomar una pequeña siesta.

Desperté sintiendo que había dormido una eternidad. Una gigantesca eternidad. Pero me sentía bien, descansada y feliz de estar ahí.

- ¿Marinette? –grito una bonita voz desde el piso de abajo– ¿Estas despierta?

- ¡Si mamá!

Me levante de un salto y casi desesperada abrí la puerta de mi cuarto para bajar a la sala. Quería verla y en mi interior ese sentimiento estaba haciendo que me apresurara demasiado. Tanto que baje corriendo sin importar que chirriara el ultimo escalón. Hasta que por fin...

Ahí estaba, batiendo algo en un tazón sin derramar ni una gota. Ella nunca derramaba ni una gota.

- Hasta que despertaste hija –menciono viéndome con esos ojos azules que eran iguales a los míos– eres una dormilona

- Te amo mamá –dije sin pensar

Quería decírselo, no sabía porque. Solo necesitaba que lo supiera.

- Y yo a ti mi cielo

Dejo el tazón y estiro los brazos hacia mí, haciéndome saltar a ellos como si fuera el sitio mas seguro en todo el universo. Un sitio mío, que yo destruí.

- Lo siento –comencé a llorar

- No lo sientas –susurro meciéndose de un lado para otro conmigo escondida en ella– lo haces bien

- ¿Dónde está papá?

- Abajo, ya sabes... horneando pan

- No es solo pan –dije viéndola y riendo a pesar de que las lagrimas seguían cayendo

- ¡Es el mejor pan! –exclamamos juntas. Recordando como cada vez mi padre nos corregía cuando insinuábamos que estaba preparando "solo pan"

En un segundo estaba abajo, y por la forma en que llegue ahí... supe que era inconsciente.

La panadería seguía como la recordaba. Las hogazas de pan resplandecían al sol, la vitrina de postres se veía esplendida, las pequeñas mesitas afuera decoradas con un simple masetero de flores rosadas estaban relucientes y lo mejor de todo es que mi padre tenía el delantal manchado de harina.

Como siempre... manchado de harina. Eso lo hacia un poco mas real.

- ¿Cómo está la niña de mis ojos?

- P-papá...

Trastabille con un sollozo atorado y llegue a él. Sus brazos eran más grandes y más fuertes, y como siempre me levantaban del piso, haciéndome flotar en ese cariño inmenso. Ese cariño que yo destruí.

- L-lo lamento tanto... –decirlo con lágrimas desesperadas me hacía tartamudear, y lo odiaba.

Lo odiaba porque necesitaba que me oyeran, necesitaba que me entendieran y que lo recordaran. Aunque lentamente me daba cuenta de que ellos ya no podrían recordar nada.

Dos centavos por una canción. [Miraculous AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora