Capítulo 17

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¡Feliz Navidaaad mis preciosas personas con sabor a café!  Sé que dije que subiría esto hace dos días pero la inspiración me obligo a darle otro rumbo a la historia... por ende se vienen sorpresas. 

Sin nada más que desearles las más bellas energías del universo, ¡que venga el capítulo! 

Adrien

Joder.

Esta chica iba a matarme de un ataque, o terminaría como mínimo con un soplo al corazón después de tantas sorpresas.

- Disculpa... ¿me repites eso? –pregunte por teléfono luego de escuchar algo sobre delito flagrante e invasión a propiedad privada

- Por favor Adrien, ayúdame –Alya se escuchaba evidentemente preocupada y de fondo Nino intentaba arrebatarle el teléfono

- ¿Dónde está? –mi tono incrédulo me abandono de golpe, y en su lugar mi voz salió más gélida y seria de lo que me había escuchado en mucho tiempo.

Marinette estaba en ese preciso instante en una sucia prisión rodeada de quizás qué clase de personas de dudosa reputación, esperando a que alguien pagara su fianza. De otra forma pasaría la noche ahí.

¡La noche!

- No lo sé. Se fue antes de que lo dijera, pero puedo...

Corte de un solo golpe y marque el número de la policía en lo que me ponía el saco encima y salía de mi oficina en busca de Rita.

- Mi auto. Ahora –ordene con cara de pocos amigos, haciendo que mi secretaria se moviera a toda velocidad

Hable con varias personas, eleve la voz unos cuantos decibeles y a punta de amenazas conseguí saber la comisaria en la que la tenían retenida, ganándome con ello varios comentarios desagradables que en ese instante eran como música para mis oídos.

Si me odiaban en medio de uno de mis enfados, me importaba un carajo. Más bien era como combustible para alguien yo.

- Directo a la comisaria del octavo distrito –pedí a Etienne apenas estuve dentro del auto

- Si señor –respondió a secas

- ¿Puedo preguntar en dónde diablos dejaste a Marinette?

- ¿Perdón?

- Marinette está arrestada en este preciso instante –exclame cabreadísimo– ¡¿Me puedes decir donde carajo la llevaste?!

- Oh –susurro sorprendido, aun sin poner el auto en marcha– l-lo lamento señor, yo... no lo sé

- ¡¿Cómo que no lo sabes?!

- La señorita... me hizo prometer que no lo diría

Su evidente lealtad hacia la azabache fue la gota que rebalso el vaso de mi paciencia, que para esas alturas ya estaba más que repleto y a punto de estallar.

- ¿Disculpa? –pregunte lentamente, viendo sus ojos temblar a través del retrovisor

- La señorita Marinette...

- ¡Tú no trabajas para la señorita Marinette! –grite enfadado– Tu trabajas para mí, así que te exijo me digas ahora mismo en donde la dejaste, o te despido

- Señor yo... –lo vi titubear. No podía ser posible que no acatara una orden directa de esa manera– Lo siento

- Perfecto –corte– sal del auto. Estas despedido

Dos centavos por una canción. [Miraculous AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora