Capítulo 43

4.3K 312 578
                                    


Marinette.

Pedalear hasta mi amado negocio me hacía disfrutar mejor de la linda vista. Y me daba también la oportunidad de saludar a quienes aún me recordaban en aquel vecindario. Esos que se alegraron mucho de verme volver.

Al llegar a mi destino siempre guardaba la bicicleta en un pequeño estacionamiento junto a la camioneta de la panadería. Esta podía ser muy bien la famosa ciudad del amor y una gran urbe europea pero ya me la habían robado una vez y no sucedería una segunda.

- ¡Buenos días! –canturree entrando por la puerta principal llenísima de energía.

Faltaban quince minutos para la una de la tarde, momento exacto en el que iniciaba mi turno y dejaba libre a la mujer que había sido mi salvación desde que inicié en el conservatorio y no tuve a quien dejar a cardo del negocio familiar.

- Buenos días Marinette.

- ¿Qué tal va todo Joanie? –pregunte llegando junto a ella hasta la caja registradora para darle un buen beso en la mejilla.

- Bastante bien. Nada muy agitado.

Mi vecina del segundo piso trabajaba conmigo ciertos días específicos de la semana mientras sus hijos estaban en la escuela, o cuando a Molly le tocaba quedarse al futbol, lo que le venía muy bien pues el dinero para una madre soltera nunca estaba demás. Menos aun cuando tu ex marido es un completo imbécil.

- ¡Hola a todas! –apareció gritando Alya muy campante en la entrada sin rastros de Alex.

- Hola mamá sexy, ¿dónde está el enano?

- Hoy le convencí para que pasara el día con sus abuelos –explico llegando para darnos un abrazo a cada una– ¿quieres que me ocupe de la caja?

- Por favor.

Yo era medio desastrosa con ese aparato, más cuando el sitio estaba lleno y las cuentas de las mesas empezaban a acumularse junto con los pedidos, así que cada que la morena podía salvarme de esa máquina embrujada se lo agradecía en el alma. Mi lugar estaba mucho mejor en la cocina, haciéndolas de mesera o entreteniendo a mi sobrino cuando insistía en venir.

Alya y yo habíamos revivido juntas este lugar, por lo que ella pasaba bastante tiempo aquí ayudándome y eso ciertamente no era tan bueno para Alex. Desde el inicio supimos que no sería buena idea tenerlo aquí correteando mientras ambas trabajábamos, más que nada porque un sitio lleno de tazas humeantes y una sofisticada cocina con un horno gigantesco eran un severo peligro para ese monstruito hiperactivo. Aunque había días en que simplemente no podíamos decirle que no.

¿Y quién podría culparlo? Si su adorada, simpática, hermosa, graciosa y elegante tía estaba aquí, es obvio que quiera venir a acompañarla.

Por eso su madre le busco el mejor jardín de infantes de toda la ciudad con la esperanza de que pasara ahí dos horas al día haciendo amigos en lo que Nino o ella podían ir a recogerlo. El problema era que Alya tenía el corazón como algodón de azúcar y ese bulto había aprendido peligrosos poderes de control mental, por lo que cada vez que lo dejaba ahí le ponía esa desgarradora cara de perrito abandonado. Y ¡sorpresa!, aparecía en la cafetería cuando el plan era la guardería.

Al final la convencí de que dejara de perder dinero en ese sitio, trabajará conmigo solo algunos días de la semana y lo demás lo arreglábamos con los padres de Nino que siempre estaban encantados de hacerlas de abuelo de ese muchachito consentido.

Además el segundo piso de la cafetería volvió a convertirse en la antigua casa que compartía con mis padres, más por un capricho mío que por darle una utilidad real a ese espacio, pero termino resultando la mejor idea de todas pues estaba la cocina, la sala de estar y mi antiguo cuarto disponibles para que Alex pasara la tarde viendo caricaturas o tomando su siesta cuando decidiera venir; sin contar con que también servía para que mis empleados subieran a descansar cada que el trabajo se ponía muy pesado.

Dos centavos por una canción. [Miraculous AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora