Capítulo 42

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 Dos años despúes.

Adrien.                                                                                                                                           

Sabía perfecto que aquí el aire estaba más limpio que en la ciudad, pero ya no notaba la diferencia. Así como tampoco me deleitaba tanto con la bonita vista del mar ni con el sonido incesante de las olas que, ahora, era tan monótono que casi debía esforzarme por notarlo.

No. Ahora tenía que ponerle atención, de lo contrario pasaba desapercibido entre tantos pensamientos desesperados que, repentinamente, se pusieron en pausa al notar una humeante taza de café aparecer a mi lado.

- Gracias –dije recibiéndola.

Esta solía ser la rutina. Me traían té, café o chocolate caliente dependiendo de qué tan soleado estuviera o si el viento soplaba frio o templado. Había varios parámetros, pero él ya no me preguntaba, simplemente aparecía con una bebida caliente y repetía las mismas cosas de siempre.

- Supuse que querrías acompañar a tu viejo con café de grano –dijo Gabriel sentándose a mi lado– tu madre lo escogió hoy. No sabe lo contenta que está de que ahora vivas aquí.

- Me dices eso cada día a esta hora.

- Excepto sábados y domingos –agrego tratando de hacerme reír– y aunque te parezca repetitivo es la verdad.

- Lo sé.

Luego de esa escueta charla el resto fue mirar la puesta de sol en silencio. Estaba seguro que hoy se vería en tonos rosas, tanto que le había apostado diez dólares a Sophie. Diez dólares en efectivo que por supuesto no tenía asi que si perdía tendría que conducir veinte kilómetros hasta la única ciudad en toda la región que tenía un banco aquí cerca, solo para acceder a mi polvosa cuenta.

- Rosa –dije sonriente. Me alegre en lo profundo por no tener que hacer ese viaje.

- ¡No me jodas! –se escuchó gritar a la rubia dentro de casa.

Hoy era el turno de las chicas de preparar la cena, así que mi hermana y mi madre veían el atardecer desde la terraza junto a la sala mientras preparaban la mesa.

Mañana seria el turno de los hijos, al día siguiente de los hombres y después de los padres, así todos trabajarían dos días seguidos por semana hasta que el ciclo volviera empezar. Esa fue solo uno de mis generosos aportes a la convivencia de esta casa luego de mi regreso, y es que no lograba tolerar el caos en el que se había convertido mi familia desde que me fui de aquí a la universidad.

- ¿No te parece que es una vista espectacular?

Inspire todo el aire que pude y luego lo deje salir para dejar mis pulmones vacíos. Un suspiro pesado y acalambrado parecía expresar mejor mi desesperación, aunque siempre podía expresarse también con palabras.

- No después de dos años papá.

Gabriel me miraba con lastima. Como cada día.

- Sabes Adrien –dijo tal vez ya harto de esto– puedes ver el atardecer una y otra vez y no cansarte jamás. Eso significa que no tienes nada que resolver en la vida ni nada nuevo que emprender. Como yo.

- Tú no te cansas porque eres feliz aquí.

- Claro, a eso me refiero –exclamo poniendo una mano en mi hombro– si no fuera feliz aquí haría algo al respecto. Pero lo soy, así que no lo hago.

Dos centavos por una canción. [Miraculous AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora