—Mujer, bailas demasiado bien. —me felicita Gabriela. Me río tomando un sorbo de mi cerveza.— ¿En serio aguantas con tacones?
—No siento los pies, así que si no duele, no existen. —me río moviendo mi cuerpo al ritmo de la música.— ¿Viste a Clara o Valentina?
—Ambas se consiguieron un ligue. Y él. —señala a Michael.— Está celoso.
—Uy, eso es malo.
—Lo es. —asiente.— Pero no es el único celoso aquí.
—¿Te fijas en todo?
—Huelo el romance. —se ríe.— Ruggero no ha dejado de mirarte. Y desde que llegaste no te acercas, anda, anímate.
—No quiero problemas con Alessandra.
—Ellos no son nada, relájate. —me da un leve empujón.— Anímate y sácalo a bailar.
—No, es que para ligar o coquetear soy bien estúpida.
—Vamos.
Toma mi mano, caminamos hacia la mesa en donde los chicos descansan. Gabriela me empuja con disimulo al espacio que queda entre Michael y Ruggero.
El italiano me toma de la cintura cuando estoy a punto de caer, le sonrío acomodándome. Aquí nada ha pasado.
—¿Qué hacen aquí sentados como una bola de ancianos deprimidos? —pregunta Gabriela.
—Me duelen los pies. —explica Asher.
—La vista es mejor desde aquí.
Todos miramos a Michael que mantiene la mirada fija en la rubia. Suelto una carcajada.
Tan lindo él.
—Ay que bailar. —animo el ambiente.— ¿Por qué no bailas Angie?
—Porque me da pena hacerlo sola.
—¿Y tú Alessandra?
—Porque nadie me ha invitado. —insinúa ella mirando al italiano.
—¿Y ustedes?
Ruggero se encoje de hombros, Gabriela se pone de pie y ordena que todos vayamos a bailar.
Incluso Michael se pone de pie ante las exigencias de Gabriela. Prefiero quedarme sentada, ya me duelen los pies.
—¿No vas? —miro a Ruggero. Niego.— Bueno, yo tampoco.
—Entonces yo menos.
Alessandra intenta sentarse de nuevo pero Gabriela tira de su mano hacia la pista. Me quedo mirando mi teléfono.
—¿Nos tomamos una foto? —me atrevo a proponer. Él asiente.
Tomo un par de fotografías, grabo una historia de nosotros cantando la canción de fondo y finalmente dejo mi teléfono a un lado.
Bien, el dolor en mis pies comienza a disminuir.
Creo que deberíamos ir a bailar.
Veo a Clara desconcertada buscándome, y cuando su mirada choca con la mía sonríe levantando sus pulgares.
Me río.
—¿Por qué te fuiste tan rápido ayer?
—Es que olvidé que tenía un trabajo en la universidad. —explico.— Y ojalá lo acepten con retrazo.
—No sabía que estudiabas.
—Una licenciatura en línea de fotografía. —asiento.— Y es genial.
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Dear Lover
RomanceQuerido amante, si realmente necesitas mi corazón, es mejor que comiences a trabajar en ello.