45

908 132 47
                                    

—¿Amor? ¿Dónde te metiste? —abrazo mis rodillas ocultando mi rostro entre estas. Escucho sus pasos.— Aquí estás. ¿Todo bien?

Un sollozo se escapa de mis labios, no escucho nada de su parte hasta que lo siento sentarse a mi lado. Suspiro.

—¿Qué pasa, nena?

—Nada, soy una tonta.

—Hey, ¿por qué dices eso?

—Es que. —suspiro mirándolo.— ¿Recuerdas que el otro día estabas escribiendo una canción?

—Sí, ¿qué pasa?

—Accidentalmente la borré.

Su gesto cambia aunque intenta disimularlo. Muerdo mi labio inferior intentando controlar mi llanto.

Me siento tan estúpida y despistada. Yo solo estaba...

Ay, estoy llorando de nuevo.

—Estás molesto, ¿verdad?

—Tranquila, la vamos a recuperar. —se acerca dejando un beso en mi frente.

—Intenté de todo, Ruggero. Pero tu maldita computadora no tiene copias de seguridad.

—Tranquila. —insiste sentándose frente a la computadora.— ¿Cuanto tiempo llevas recriminándote esto?

—Como dos horas llorando y antes estuve tres horas y media intentando recuperar la canción.

Escucho su risa, comienza a abrir archivos buscando la letra de la canción que yo borré. Es su culpa.

Debió haberla escrito en papel.

Me quedo en mi lugar esperando que haga lo que está haciendo. Realmente deseo que encuentre la bendita canción o voy a estar en problemas.

Sorbo mi nariz. Mi mirada instintivamente cae en su anillo y una leve sonrisa se extiende en mi rostro.

Que lindo es eso. Que lindo ese anillo en su dedo.

Aún no caigo en cuenta en esto. De verdad estamos casados.

Desde hace tres.

Y por supuesto que tuvimos nuestros roces el primer mes. No nos acostumbrábamos a nada.

Pero afortunadamente las terapias de pareja sirvieron para que el segundo mes entendamos cuántos aspectos de nuestra vida habían cambiado. Y para el tercer mes, todo comenzó a mejorar.

Y lo agradezco porque es que si seguíamos a este ritmo íbamos a terminar más revueltos y enredados que nunca.

Aún vamos a terapia. Pero ya no con la misma importancia de antes. Aprendimos a superarlo. A manejarlos solos.

—¿Ves? Sí se puede solucionar. —me mira.— Aquí está.

—Yo busqué en todos lados.

—Todo archivo en mi computadora tiene copias de seguridad. —explica divertido.— Ven aquí.

Hago un mohín, me acerco a él y suspiro cuando me abraza con fuerza. Realmente me sentí estúpida.

Lloré mucho tiempo y mi cabeza estuvo a punto de explotar por algo tan simple. Si, creo que debí llamarlo en lugar de volverme loca.

Él deja un beso en mi frente, acaricia mi cabello y me acomodo entre sus brazos antes de cerrar los ojos.

Estoy cansada.

Pasé todo mi día libre ocupándome de algunas cosas en la casa y luego me puse a repasar mis textos antes de borrar la canción.

Ahora mismo solo quiero comer a irme a dormir.

Dear Lover Donde viven las historias. Descúbrelo ahora