Capítulo 1

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Katarina, alias "Demonia"

La jaqueca se apodera de mi cabeza, cada vez que intento abrir mis ojos el mareo se adueña de mí impidiéndomelo, pero a la vez trayéndome los recuerdos de la noche anterior con la misma fuerza que una cachetada bien dada.

—Cariño, ya despertaste —me giro en la cama encontrándome con el chico de la noche pasada.

Una mueca se adueña de mi rostro cuando lo recuerdo todo, trayendo al presente el deseo de llorar anoche, por lo mal que la pase. Fue tan triste...

—¿Quieres algo de desayunar? —su pregunta me toma desprevenida.

No quiero herirlo, se ve que es una persona tierna y todo eso, pero... no pienso volver a verlo, ni, aunque me paguen.

Me levanto de la cama, observando la habitación. Es sencilla, sus paredes están llenas de póster de la guerra de las galaxias. Sin embargo, todo está ordenado. El oscuro de sus ojos escanea mi cuerpo de la misma forma que yo lo hago con el lugar. No me avergüenza estar desnuda, soy una persona muy segura de su cuerpo. El rubio de mi cabello lo ato en una coleta alta, dejando mis senos al descubierto. Logrando que el rojo se esparza por su rostro.

Busco mi vestido de anoche y me coloco lo más rápido que puedo. Tengo que llegar rápido al trabajo o tendré una amonestación muy grande y es lo último que necesito.

—No gracias, me tengo que ir —respondo recordándome de su presencia.

Pongo mi mejor cara de inocente, muerdo ligeramente mi labio inferior. Obteniendo su mirada en ellos. Me acerco lentamente a él, contorneando mis caderas, bajo su mirada lascivia. He obtenido tantas, que ya no me hacen efecto alguno. Cuando estoy pronto a detenerme delante de él, me voy de largo en dirección a la puerta. Un jadeo de tristeza proviene de su parte, hace eco en el pequeño lugar. Sin embargo, lo ignoro.

Sujeto el plomo de la puerta, lo giro lentamente, pero antes de salir por completo me giro sobre mis talones. La esperanza se esparce por su rostro de forma rápida.

—No me volverás a ver, no te hagas falsas ilusiones. Fuiste un polvo —los recuerdos de anoche se vuelven a hacer presente y no disimulo mi mueca— fuiste un mal polvo, el peor que he tenido en mi corta vida.

Me sincero. El rostro del chico adquiere un color pálido, por momentos me da pena ajena. Mientras esa pequeña vocecita en mi cabeza, intenta hacer que no le hable a las personas de esa manera.

"Mínimo dale un consejo" dicta una.

"Lárgate y que aprenda, no eres su amiga para aconsejarlo" me dicta la otra.

Me debato mentalmente, pero al ver sus ojos brillar con el tumulto de lágrimas que se acumulan en ellos, pongo los ojos en blanco y suspiro de manera pesada, pero ya no me observa. Mira sus pies.

—Puedes gloriarte con tus amigos, de que te acostaste conmigo, pero no me volverás a ver —le recuerdo— algo más importante que eso es... debes buscar ayuda, si quieres tener una pareja y que ella no se burle de ti.

Este asiente no muy convencido, al borde de llorar delante de mí.

—Deja de llorar, acepta el consejo y sigue adelante —le regaño molesta. Vuelve a asentir, pero en esta ocasión levanta su mirada. Encontrándose con la mía.

En su rostro se forma una mueca, que parece una sonrisa. Y antes de que pueda decirle otra cosa, levanta su mano mostrándome el dedo del medio. Ahora soy yo la que sonríe, me encojo de hombros y salgo por completo del pequeño apartamento.

No hay mejor motivación para una persona, que el odio. Este puede ser letal, pero con la medida indicada, logra los mejores cambios. Todo depende de que perspectiva lo veas.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora