Misión Isla Coiba.
Me observo en mi pequeño espejo de mano, mi cabello ahora es negro, lo acomodo en un recogido algo bajo. Verifico que los lentes de contacto no me molesten, son de color café oscuro.
—Deja de arreglarte tanto, vas a una misión, no a una fiesta —la voz de Matt llega a mis oídos, causándome una jaqueca inmediata.
Alejo el espejo de mi rostro, dirigiendo mi mirada a su rostro el cual se encuentra con el ceño fruncido, lleva un uniforme de guardia de color negro, que consta de una camisa con un pantalón de tela. Lleva unas esposas en su pantalón y una funda donde lleva un arma. El salvavidas naranja le queda ajustado.
Vamos en un pequeño bote de motor, entrecierro mis ojos al escucharlo quejarse, desde que nos pusieron a trabajar juntos, no hacen más que molestarme, hacer mi trabajo mucho más difícil de lo que ya es. Ahora estamos en camino a una cárcel llamada Coiba, que se encuentra en una pequeña isla.
Posee un nombre algo dudoso y poco escuchado, se encuentra en el país de Panamá, bastante cerca de la isla Coiba, que en el pasado fue una cárcel, pero ahora es un patrimonio de la humanidad, hay rumores sobre lo que les mandaban hacer a los presos en dicha cárcel.
—Deja de joderme y sigue con tu trabajo, falta poco para que lleguemos. Métete en tu papel y déjame hacer mi trabajo —finalizo.
Lo escucho gruñir, mientras se burla de mi voz una y otra vez, hasta que le entrego mi espejo pidiéndole que lo guarde.
Saca las esposas de su pantalón, colocándolas en mis muñecas. El sol del medio día me quema y la verdad es que no me gusta quemarme, pero no podemos evitar todo lo que nos disgusta. El motor del bote se detiene, lo primero que capta mi atención, es la cantidad de árboles y vegetación que lo rodean. La isla es divina, tiene cierto parecido a una isla paradisiaca. La realidad me golpea cuando siento la mano de Matt hacer presión en mi antebrazo para levantarme.
Me levanto de donde estoy sentada, bajamos del bote y comenzamos a caminar en dirección a donde sea que esté la cárcel. Sintiendo como la arena de la playa se cuela en mis zapatillas.
—Recuerda a que vinimos, no dejes que te descubran y aún más importante, no causes disturbios, Rostova.
—Señor, sí, señor —respondo burlándome de él.
Mis palabras no le agradan y en su lugar, vuelve a fruncir el ceño, afianzando el agarre en mi antebrazo. Sé que me dejara alguna marca. El calor me azota ligeramente, haciendo que mi rostro se caliente. La camisa que cargo es sencilla, pero ligeramente caliente al igual que el pantalón que cargo, me llega hasta las rodillas, es jean.
Me detengo de golpe al analizar el lugar, es mucho más grande de lo que parecía en las fotos, tiene forma de cárcel, además de que posee una gran cerca de alambres con púas en la parte superior. Es de dos pisos, la pintura es de color blanco, sin embargo, está desgastada. Puedo divisar las ventanas de las habitaciones, que poseen unos barrotes afuera. Estoy segura de que esto del tamaño de un estadio o quizás un poco más amplio. En las esquinas hay pequeñas estaciones por así decirlo, donde se encuentran guardias con armas.
En las esquinas hay pequeños pasillos donde se encuentran hombres armados, vestidos de con un uniforme color verde, su semblante se endurece aún más, cuando me observan llegar. Uno de ellos le da una señal a quien sabe quién y lo siguiente que se escucha es una puerta abriéndose, que funciona con un control de revisión. La puerta se abre por el lado izquierdo, dejándonos ver a dos oficiales, son altos, algo corpulentos que traen lentes y parecen tener mal humor el día de hoy.
Pero quien no lo tendría, estar en una cárcel recóndita llena de presos, no es una actividad que divierta.
—Vengo a trasladar a una reclusa —les informa Matt.
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D'yavol
Sonstiges"Los chicos buenos van al cielo, pero los malos lo traen para ti" Ella es una militar, condecorada, una de las mejores en su trabajo. Él es... un extraño, no tan extraño. Ella ha pasado por muchas cosas, no cree en el amor, pero si en la venganza...