Capítulo 21

287 21 7
                                    

Rusia.

Aterrizamos, no sé qué en preciso momento ocurrió, pero lo hicimos. Bajo las escaleras lentamente, emocionada por el pequeño paisaje que se presenta frente a mí. Sin embargo, todo rastro de emoción muere cuando una pequeña ráfaga de viento frío recorre mi cuerpo poniéndome los pelos de punta.

Es que a mí solo se me ocurren ideas buenas, ¿Quién se le ocurre ir a un país como este, con ropa corta? Solo a mí, perfecto.

Termino de bajar las escaleras, acompañada de la risa de ¿mi amigo? ¿Amante? ¿Compañero? No sé cómo catalogarlo, solo sé que es... Kirill. Me giro con la intención de reprocharle el que se burle de mi condición. Cuando lo veo despojarse de su saco y cubrirme con él. Ocasionando que un pequeño escalofrío me recorra completamente, en conjunto con su fragancia que promete impregnarse en mi ropa y más allá.

Una pequeña sonrisa se forma en mi rostro, sin embargo, lo disimulo lo mejor que puedo.

Frente a nosotros aparece una camioneta negra, BMW. La reconozco por el sello.

—¿Nos vamos? —pregunta el hombre a mi lado.

No lo sé, con esfuerzo quiero un lugar caliente donde recostarme y dormir como si no hubiera un mañana.

O talvez otro plato cocinado por él.

Me giro para observarlo esperando que me diga algo más, cuando veo una sonrisa coqueta asomar en su rostro. ¿A este que bicho le pico?

—Vamos que quiero mostrarte una de mis casas —habla, colocándose unas gafas de sol.

Definitivamente, este hombre es como el buen vino.

—Además, no me molestaría calentarte —mi rostro se torna rojo y arqueo una ceja en su dirección.

¿Es que este tiene una adicción con mi vagina o qué? Sé que su amigo, es magistral, hermoso, lo besaría si pudiera.

—Deja de mirarme así, mal pensada —me regaña—, hablo de darte un abrazo que te caliente frente a una fogata —da dos pasos hacia adelante—, pero sí, me fascinas tú, todo, hasta tu vagina —susurra por lo bajo.

Pero no es lo suficientemente bajo, ya que escucho lo que ha dicho. Comienzo a caminar hasta que quedo a su lado. Él abre la puerta invitándome a entrar, lo hago. El cuero frío de los asientos me recibe, prometiéndome que ni dentro del carro tendré calor.

El trayecto fue algo corto, pero lindo, puesto que en todo momento pude contemplar la naturaleza tan hermosa. El calor se propagó en el carro. Despego mi vista de la ventana, encontrándome con que Kirill sigue en otra llamada telefónica.

Este hombre si es solicitado.

El clima de este país, es divino, pero lo suficientemente frío como para matar a alguien o eso creo. El idioma es otra cosa tan divina y exótica, sin embargo, puede ser complicado de aprender y hablar. Cuando vuelvo a observar a Kirill, noto que ha terminado de hablar, solo que ahora parece algo ido. Toco su hombro buscando alguna reacción por su parte y la recibo.

—¿Vamos? —le pregunto—. ¿Te sientes mal?

Él solo niega con la cabeza, algo le ocurre solo que no quiere decírmelo. Me ofrece su mano y la acepto, sintiendo la diferencia de tamaño hasta en su mano. Bajamos del carro juntos. Mi corazón martilla en mis oídos cuando siento como mete nuestras manos unidas en el bolsillo de su abrigo y contemplo lo que hay delante de mí.

¿Saben esas casas que ven en películas?

Esas que son tan perfectas que no hay manera que exista a menos que sean la construcción digital de una pantalla verde con utilería. Bueno, estaba frente a una de esas, solo que está era real. Muy real. A penas pasamos las enormes puertas negras de metal mis ojos lucharon en que enfocarse primero.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora