Capítulo 23

276 18 8
                                    

Padre.

—Lo tengo que pensar —finalizo.

Él asiente volviendo a tomar la misma actitud de hace unos minutos, indescriptible. Impidiéndome saber que siente verdaderamente.

—Es mi padre.

Bueno, eso lo veía venir, a pesar de que no poseen nada en común.

—Constantine Koval —la mención de ese nombre me hace erizarme—. El jefe de la bratva y yo soy su hijo. El heredero, por eso regresé antes, porque mi padre así lo dicto. La otra semana se realizará una ceremonia donde yo tomare el lugar de mi padre.

Sus palabras me dejan en proceso de intentar comprender todo lo que me ha dicho. ¿Es un... mafioso? Mi padre me asesinará viva o talvez me mandé a darle tantas vueltas al cuartel, hasta que mis pulmones amenacen con no permitirme el paso del oxígeno. Me he metido en la cueva de lucifer. Me acosté con el hijo del mismo diablo.

—Entenderé si quieres... irte —parece que le cuesta pronunciar esas palabras—. O me podrías dar un mes y te juro que verás quien soy, más allá de un título no deseado.

—¿Por qué me quieres aquí? Digo en este mundo hay muchas mujeres ¿Por qué yo? ¿Por qué no decir la verdad antes de que yo bajara del avión? ¿Por qué mentir? —me descruzo de brazos.

Él se levanta acercándose hasta donde me encuentro, dejando un espacio considerable entre nosotros.

—¿Por qué ese señor te llamo Dimitry? ¿En eso también me mentiste? —trato de ocultar el que no me gusta, que me mientan o me engañen.

Levanto la mirada encontrándome con el tormento en esos oceánicos ojos, que se han tornado indescriptible. Pero se ven tan atormentados.

—No podía decirte. Ey soy el hijo de un mafioso, ¿quieres venir conmigo? No fueras accedido —noto la sinceridad en su voz.

Lo siento tanto...

—No te mentí sobre mi nombre, poseo dos y también dos apellidos. Kirill Dimitry Koval, Morozov.

Asiento intentando analizar mi pequeña lista mental, para poder sacar a relucir la decisión que debo tomar. Me recuesto contra la puerta que está a mi espalda, deslizándome hasta quedar sentada contra frío suelo.

—¿Por qué yo? No me has respondido eso —recuerdo en voz alta.

—No puedo decírtelo todavía, pero te puedo prometer que pronto lo sabrás si te quedas —la última vez que paso esto, fue porque querían hacerle daño a mi padre—, no es por tu padre tampoco, te lo juro por mi vida.

Asiento, mientras mi muerdo mi labio. Lo siento tanto...

—20 días —susurro de una manera que no estoy segura de que escuchara.

Levanto mi mirada encontrándome con la alegría plasmada en su rostro, específicamente en sus ojos, ya que han adquirido un brillo que desconocía.

—Ese es mi tiempo límite —le informo.

—Un mes —contraoferta.

—22 días.

—25.

—22 tómalo o déjalo.

—Lo tomo —termina de acortar la distancia entre nosotros, acercándose hasta donde estoy en el suelo y envolverme entre sus brazos de una manera que trasmite tanta paz que aterroriza—, juro que valdrá la pena, cada momento. Mi padre no volverá a hacerte a ti, es la palabra de un Morozov.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora