Capítulo 10

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¿Seducirte? ¿yo? No que va, te estás haciendo ideas locas.

—Never mind, i'll find someone like you, I wish nothing but the best for you, too —canto entonando la cancion.

La muscia sigue reproduciendo en mis audífonos, mientras me encargo de poner un poco de orden en la casa. Porque a pesar de que todos somos adultos, el desorden abunda en el apartamento. Han pasado varios días, donde Ancel se quedó a hacerme compañía y como no tenía ganas de salir, tuvimos varios maratones de algunas series.

Pero ya era tiempo de que volviera a su trabajo, además mi incapacidad sigue vigente por un largo tiempo. ¿He visto a Matt? Pues no, mi hermano se ha encargado de echarlo antes de que toque a la puerta. Me dirijo a la nevera en busca de helado, ya que este me ayuda a pensar con claridad. Busco una cuchara y regreso al sillón. Tengo la intención de acomodarme para ver alguna película, porque me prohibieron hacer ejercicio, sin embargo, el timbre suena.

Observo la puerta desde mi lugar. Si no me muevo, ni hago sonido, talvez se vayan. Me termino de sentar en el sillón, esperando que la persona que aguarda, se largue, pero para mí desdicha no ocurre y comienza a golpear la madera de la puerta, una y otra vez. Cierro mis ojos buscando concentrarme para no llamarle a la policía, pero sé que mi hermano y Adler se molestarían.

Me levanto del sillón resignado, espero que sea algo importante, abro la puerta lentamente, pero mis pensamientos se quedan en el aire, cuando mis ojos conectan con esa sonrisa burlona, cargada de superioridad. Achico mis ojos, esperando que Matt entienda que sigo viva y se largue a la chingada o de donde venga. Sus ojos escanean mi cuerpo, recordándome que solo cargo una camisa que me llega a medio muslo.

Intento cerrar la puerta en su cara, sin embargo, mete el pie impidiéndome cerrarla por completo.

—¿Qué quieres? Ya viste que sigo viva, ahora sería un buen momento para que te largues a hacer cualquier otra cosa —sentencio mirándolo fijamente.

Únicamente ríe al escuchar mi demanda, me cruzo de brazos observándolo detalladamente. Tiene una camisa manga larga blanca, que parece algo transparente dejando a la vista su pecho y abdomen, su pantalón es de tela. Creando una loca idea en mi cabeza.

—Es de mala educación cerrarle la puerta en la cara a una persona —me regaña cruzándose de brazos.

Me recuesto en el marco de la puerta, haciendo que mi camisa se suba un poco, dejando algo de piel a su vista, quien no tarda en perderse en mi escasa piel que he mostrado.

—Es de mala educación codiciar a la hermana de prójimo, pero aquí estamos —contraataco.

Él no responde y en su lugar me empuja ligeramente, hasta entrar en el departamento. Lo observo manteniéndome en la puerta, no tiene mucha nalga. Se pasea como dueño y señor de mi sitio especial. No se va a ir, tan fácil, me resigno. Cierro la puerta ganando su atención, no me importa y comienzo a caminar en su dirección. Se detiene en la puerta de mi habitación.

—No puedes entrar —lo detengo, deteniéndome frente a él.

—¿Porque no? —me pregunta y noto la diversión en sus ojos—, ¿acaso escondes a alguien adentro?

—Lo que haga y deje de hacer no es de tu incumbencia —sentencio dándole un ligero empuje en su pecho—, además no hay nadie y prefiero que vigiles desde afuera.

Ignora lo que le he pedido y en su lugar se sienta en mi sillón. Una sonrisa se forma en mi rostro al entender la oportunidad que me ha dado y si hay algo que disfruto es lograr que la gente se retracte de lo que dice, pero no hay mejor premio que verlo arrastrarse por eso que dijeron. La venganza es un plato que se sirve caliente. Comienzo a caminar hacia la cocina, ganando su atención, ralentizo mis pasos, contorneando mis caderas en el proceso.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora