Capítulo 12.5

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—Por favor, princesita, no sabes hacer nada y mientes para ganar gracia —gruñe.

Cierro mis ojos intentando contenerme de matarla. «Recuerda la misión» susurra mi cabeza.

—Mire señora, comprendo que no sepa lavarse los dientes, pero caer tan bajo y hacer que yo haga su trabajo —intento controlar las ganas de tirarme encima de ella.

—Ay pobre niña, ¿Quieres irte a llorar con Papi? —se burla.

—Maldita —susurro.

Mi agarre sobre el arma se afianza. «Recuerda, esta no es la forma» me intento calmar. Me giro para irme en cualquier otra dirección, lejos de esta mujer. Cuando su desagradable voz vuelve a escucharse.

—¿Tienes madre? —me giro sin comprender a qué viene eso, mientras la diversión se esparce en su rostro—, es porque cuando salga, puedo volverme tu madrastra —se burla.

Al diablo el autocontrol. Mis piernas se mueven más rápido de lo que mi cabeza procesa y llegó hasta donde se encuentra ella, sonándole el piso con el machete. Ella brinca del susto, pero reacciona tarde, ya que le proporciono un golpe con el lomo, contra su pierna. La veo acalambrarse producto del dolor, no hay sangre y eso me agrada.

Ella levanta su arma en dirección a mi hombro, pero la esquivo, agachándome. Paso de forma rápida por debajo de sus piernas que estaban abiertas. Ella sigue buscándome, aprovecho dicho instante y le proporcionó una patada que va directo a su espalda, logrando que ella caiga de rodillas, la escucho chillar y juro que esta mujer está a nada de temblar. Llevo el machete contra la parte delantera de su cuello, sin hacer presión, solo lo mantengo jugando con su piel.

—¿Por qué ya no hablas? ¿Te comió la lengua el gato? —ahora soy yo la que me burlo de ella.

—Deja el machete, la puedes matar. Usa tus manos —giro mi rostro encontrándome con la chica de rulos.

Suelto el machete de forma lenta. Ella cae al suelo temblando, me cruzó de brazos observando como toda esa aura de querer intimidar a las personas cae, dejando a una persona vulnerable con miedo.

—Morales, aléjate o te meto una semana en el calabozo —la voz de la oficial, capta mi atención.

Me alejo, levantando mis manos en al aire, colocándolas en mi nuca. La mujer frente a mí, tiembla y cuando llegan los altos mandos, la levantan del suelo, mientras contemplo el miedo plasmarse en su mirada. Una sonrisa asoma en mi rostro.

—Búrlate de todo lo que te venga en gana, pero nunca menciones a mi padre o a mi madre, son tan sagrados como los santos que tú adoras —escupo las palabras manteniéndome serena. Ella asiente de forma rápida.

Un oficial me levanta del suelo, la molestia se plasma en su rostro.

—Eres una problemática —declara en voz alta.

—Le aseguro que le si mencionara su madre, usted se alteraría y no lo permitiría —sentencio, ganando nuevamente la mirada del oficial, pero no recibo respuesta alguna.

Por primera vez desde que ocurrió todo, tengo la mirada de todas las reclusas "más peligrosas" de los países, contemplándome con algo en sus miradas... admiración quizás o talvez tengo algo en la cara. No le meto importancia y sigo caminando sintiendo como me empujan.

—Ella no hizo nada, Marta se estaba metiendo con ella, cualquiera puede testificar —la voz de la chica de rulos llega a mis oídos.

Esperen ¿María? Ese es el nombre de la señora de mal aliento, nunca lo espere. Yo le podía poner un Yasuri Yamileth. Una sonrisa asoma en mi rostro al recordar de donde saco la idea. Los guardias ignoran al resto de las reclusas y comienzan el recorrido. Giro mi rostro ligeramente para saber cuantos guardias vienen conmigo, pero también me llevó la sorpresa de que son 5 guardias. Todos hombres, con su semblante serio y poco amigable. Vuelvo a llevar mi mirada hacia adelante.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora