Rubí y juramentos.
¿En cuántos días sana una herida? Si hablamos de las físicas, esas por ser apuñalada... aproximadamente 7 a 10 días. Claro, teniendo mucho cuidado, para que la herida no se vuelva a abrir. Pero, si hablamos de las emocionales, esas que nos cuesta aceptar, no tienen una fecha determinada, ya que va a depender de nosotros mismos.
¿Él tenía razón? Si, la tenía, pero no le voy a dar la razón. La fecha limité ya paso y aún sigo aquí. No he podido hablar con él. Primero porque él no ha estado presente, es decir, entra, se baña, se viste y se va. Regresa en la madrugada, duerme, sin tocarme o acercarse a mí y antes de que yo despierte, se va.
Por lo general, me quedo despierta hasta que él llegue y finjo dormir hasta que él se quedaba dormido. No cruza palabras conmigo. No nada, evita todo tipo de contacto... por ende, decidí que hoy voy a hablar con él o intentarlo, apartados de todos.
Aliso con mis manos el vestido, escogí uno rojo, de seda, tienen un escote en forma de corazón, es de tiras, pero por lo menos es largo. Mantengo mi cabello suelto y ¿Qué mejor manera que resolver un problema en el lugar favorito de esa persona? Por eso lo voy a llevar al bosque donde fuimos la última vez.
Abandono la habitación, en busca de Kirill, para poder llevar una conversación como adultos o intento de eso. Los solitarios pasillos me reciben con los brazos abiertos. Me dirijo a la oficina de él. Cada paso que doy me cuesta más que el anterior. Arrojo mis nervios a cualquier otro lado.
Me enfrento a la interrogante de ¿Cómo convencerlo? Decido no tocar a la puerta y en su lugar las empujo con cuidado, entrando sin verificar quien está adentro. Levanto mi mirada del suelo encontrándome con la rubia odiosa que estaba en la ceremonia y que entro en mi habitación. Si encontrarla fuera ha sido solo algo normal, menos mal. Pero la hija de su madre, está al lado de Kirill, acariciando su cuello o eso hacía. Su rostro refleja una sonrisa victoriosa, mientras luce su casi transparente vestido.
—Buenas tardes —pronuncio manteniendo los estribos.
El rostro de él, es indescriptible, no expresa nada. Sin embargo, sus ojos se mantienen en los míos, esperando alguna acción o palabra. No lo tendrá, ya comprendí todo.
—Quiero hablar contigo —declaro, manteniendo mi postura serena—, a solas.
Mueve su mano, indicándole a piernas largas que se retire y lo hace sin poner oposición. Coge, perra. Una pequeña sonrisa cruza por mi rostro, pero se va tan rápido como llego.
—Te escucho —la voz de Kirill me regresa a la realidad.
—Quiero hablar contigo, pero no aquí.
Él asiente, sin medir más palabras conmigo. Se levanta de su silla, abotonando su saco. Detallo su rostro ahora que no me está observando. Se ve cansado, tienen ojeras visibles y no es algo natural en él.
—Si quieres decir algo más, solo dilo, los seremos humanos no tenemos la capacidad de leer las mentes de otros, por lo menos no todavía —noto cierta diversión en sus palabras.
Una pequeña sonrisa asoma en mi rostro al escucharlo hablar así.
—Te ves cansado —me sincero.
—Mucho trabajo —me responde de manera seca.
Asiento y entiendo que será difícil llevar una conversación con él, no esperaba menos. Solo... salimos de su oficina con una tensión que quiero quitar, más no sé cómo hacerlo. Es decir, los hombres siempre han venido detrás de mí, buscándome, intentando contentarme y esta es la primera vez que todo pasa atreves. Ahora quiero arreglar las cosas con él, más no sé cómo. Debe ser que estoy pagando un karma.
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D'yavol
Random"Los chicos buenos van al cielo, pero los malos lo traen para ti" Ella es una militar, condecorada, una de las mejores en su trabajo. Él es... un extraño, no tan extraño. Ella ha pasado por muchas cosas, no cree en el amor, pero si en la venganza...