Adiós.
Katarina.
Las aves vuelan, tan cerca de nosotros que fácilmente podría agarrar una, de no ser, porque mi padre ama verlas volar. Me giro sobre mis talones para observar a mi váter, con una sonrisa en su rostro, algunas líneas asoman cerca de sus ojos. Inclino ligeramente mi rostro tratando de comprender, porque se ve más feliz cuando no está mi muter.
Me gusta verlo así, sonriendo, no triste o molesto por las cosas que dice mi mutter, sé que no le gusta, pero por eso le llevo la contraria... para que sienta lo que él siente, mientras yo exista haré todo lo que este a mi alcance para intentar verlo feliz y hacerle la vida imposible a quien se atreva a dañarlo.
Mi tío siempre me regaña y me dice que está mal, pero si no lo defiendo ¿Quién lo hará? Sé que siguen juntos por mí... si no fuera nacido, talvez... ellos no estarían juntos y él tendría la oportunidad de ser feliz.
Siento las caricias de mi Vater esparcirse por mi cabello, sacándome de mis pensamientos. Su gesto cambia a uno, en el que la preocupación surge, resaltando en su tan expresiva mirada.
—¿Qué ocurre princesa? —su tono es suave.
Bajo la vista, observando mis manos unidas. No quiero decirle nada, estoy segura de que me dirá que me equivoco y no es así. Algunos padres quieren ocultar el sol, con un dedo. Sin saber que aún recostada en mi cama, puedo escucharlos gritarse, en especial a ella. Decirle cosas que lo hieren, hasta la que se me está haciendo costumbre escuchar... "Estoy cansada de ti y de tu hija, deberías mandarla a un reformatorio o yo me largo". No importa si me esfuerzo, tratándola como ella quiere... nunca soy suficiente.
Eso lo tengo claro.
—Toma —la voz de mi padre, vuelve a regresarme, mientras me ofrece una botella de agua—, es agua de la lloradera. Si la tomas, ya no llorarás más —susurra lo último, insistiendo hasta que tomo su contenido.
La tomo lentamente, sintiendo mis ojos picar en el proceso, hasta terminar por la mitad y con los cachetes llenos de agua.
—Viste, poco a poco la magia va haciendo efecto, pero no le digas a nadie —susurra por lo bajo.
—Papá tonto, no es mágico —le respondo en el mismo tono.
Una ligera sonrisa asoma en su rostro, tranquilizándome en el proceso.
—Si lo es cariño —insiste acariciando mi cabello.
—No lo es —insisto.
—Niña terca, que si —contraataca.
Pongo los ojos en blanco, negando con la cabeza.
—Lo es —mantiene esa misma paciencia que lo caracteriza— ¿Sabes cómo lo es? —niego con la cabeza—, porque dejaste de llorar después de beberla.
Toco mis mejillas que ya se encuentran ligeramente secas, achico los ojos en dirección al él, mientras él estalla en una contagiosa carcajada. Le doy una sonrisa de boca cerrada, asintiendo.
Es por gusto llevarle la contraria, pero tampoco le daré la razón.
—Papá —lo llamo.
Dejo de observar mis manos, para volver a dedicarle mi atención. Flexiona el brazo, llevando un lado de su mano hasta su frente, en un extraño saludo militar.
—Señor, si, señor —sus palabras me sacan una sonrisa, que oculto al instante.
—Quiero que este serio y sea sincero conmigo —mis ojos se encuentran con los suyos.
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D'yavol
De Todo"Los chicos buenos van al cielo, pero los malos lo traen para ti" Ella es una militar, condecorada, una de las mejores en su trabajo. Él es... un extraño, no tan extraño. Ella ha pasado por muchas cosas, no cree en el amor, pero si en la venganza...