El viaje fue bastante largo, sin contar que la belleza de hombre que tengo a mi lado, decidió vendar mis ojos, con la excusa de que sería una sorpresa.
—¿Ya llegamos? —pregunto algo sofocada.
—Si —me sorprende la respuesta.
—Excelente porque estaba a nada de quitarme esto —le indico llevando mis manos para desatar el nudo.
Sin embargo, sus manos me detienen dejándome frustrada. Escucho las puertas abrirse y seguido Kirill me ayuda descender fuera del auto. El viento fresco golpea mi rostro trasmitiéndome tanta tranquilidad. Las manos de él desatan el nudo de la corbata que tenía puesta en mis ojos. Mantengo los ojos cerrados para acostumbrarme a la luz.
Hasta que me siento preparada, los abro de manera lenta quedando petrificada. Mi corazón amenaza con salirse de mi caja torácica, mis manos tiemblan y creo que ahora si se me bajo la presión. Mi visión se nubla y repentinamente creo que me estoy ahogando. Estamos afuera de un edificio de ladrillos, el moho cubre sus paredes dándole una visión algo antigua y lo es. Los dos pisos se sienten tan intimidante, solo que ahora no hay voces o gritos de niños.
Estamos en el orfanato donde yo crecí, pero ¿Por qué estamos aquí?
—¿Qué...? —el nudo en mi garganta me impide formular la pregunta con coherencia.
—La manera de que supieras la verdad, era llegando al lugar de los hechos —sus palabras me desconciertan.
¿Qué tiene que ver este sitio en todo esto?
—No comprendo...
—Entremos y poco a poco te lo explicaré todo —me promete.
No lo observo y en su lugar, mi mente comienza a jugarme una mala partida, trayendo mis años en este infernal lugar a mi memoria.
Siento su mano sujetar la mía, trasmitiéndome la fuerza que necesito para entrar, entrelaza nuestros dedos y no soy capaz de observarlo o darle la cara. Porque, aunque no quiera admitirlo, está tocando un punto muy sensible en mí. Siento mis piernas volverse gelatina y doy pequeños pasos. Sé que él me está observando, ya que siento el azul de sus ojos compenetrarse en mi piel de una manera que nadie había sido capaz de hacerlo.
Me deshago de su mano y con toda la fuerza de voluntad que poseo, vuelvo mis pasos firmes empujando las grandes puertas, sintiendo una fría brisa recibirme. Mi visión se nubla al recordar la primera vez que entre a este lugar.
—No quiero estar aquí —me quejo con el señor bombero.
—Pero tienes que entrar pequeña —me explica.
Mi visión se nubla mientras mi pecho se comprime ante la idea de no volver a ver a mi madre, de no volver a sentir los brazos de mi padre, envolverme trasmitiéndome la seguridad que siempre he necesitado.
No volveré a escuchar su voz, llamarme princesa...
¿Y si olvido su voz? ¿Si olvido su rostro? No quiero hacerlo. Levanto mi rostro observando el cielo que ha perdido su azul convirtiéndose en un color oscuro, que trasmite tristeza. ¿Por qué no me llevaste, papi?
Regreso a la realidad caminando hacia el interior de este macabro lugar, que al parecer ya no está abierto al público. Los pasillos se ven tan deplorables, la pintura de las paredes está desgastada, cayéndose. La luz se filtra a través de las ventanas rotas y pequeños agujeros que se encuentran en el techo. Mi pecho se comprime al recordar tantas cosas que he vivido en este lugar.
Busco las puertas de los dormitorios, paso por tres puertas diferentes hasta que encuentro las indicadas, esas que aún siguen pintadas de rojo. Las abro escuchando el crujir de la madera en el proceso. Dejo de respirar cuando veo las camas o mejor dicho las estructuras de hierro. Aún siguen formadas en filas. Una pequeña sonrisa nostálgica se instala en mi pecho, mientras mis pies cobran vida.
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D'yavol
Random"Los chicos buenos van al cielo, pero los malos lo traen para ti" Ella es una militar, condecorada, una de las mejores en su trabajo. Él es... un extraño, no tan extraño. Ella ha pasado por muchas cosas, no cree en el amor, pero si en la venganza...