Mi maldita debilidad.
Kirill.
Debía ser una noche tranquila, en lo que respecta, una ceremonia de sucesión. Eso incluye que mujeres bailen para los presentes de la organización. No incluía que mi mujer se apareciera con un vestido que no deja casi nada a la imaginación y, por si fuera poco, sin llevar nada por debajo. De eso ya no tengo duda alguna.
La ira recorre mi cuerpo, de una manera muy semejante a la adrenalina. Solo que ahora quiero arrastrarla a un baño y follármela, solo que no la dejaré terminar, como castigo por hacer este tipo de shows.
Pero hay algo que no puedo pasar, ni tolerar y es que otro hombre le ponga las manos encima. Si prometo algo, yo lo cumplo. Dije que, si alguien veía su desnudez, lo iba a matar...
Ahora ella tiembla ligeramente bajo mi agarre, mientras su rostro y pecho está manchado con salpicaduras de sangre, dándole un toque más jodidamente sexi. Por si fuera poco verla vestida así, hace que se me ponga dura y verla con sangre de otra persona, es una jodida obra de arte, en la que quiero enterrarme.
Los otros guardias que deberían custodiar la puerta entran malheridos, golpeados, como si les fuera pasado un camión de basura por encima.
—Señor, la señorita...
No lo dejo terminar de hablar, cuando levanto mi arma nuevamente y la descargo sobre cada uno de ellos, hasta que todo están muerto en el suelo.
Siento la mirada de los presentes sobre mí, queriendo juzgar mis decisiones, lo piensan, pero no me van a decir nada. Sin embargo, esto es un signo de debilidad en la organización, porque he demostrado que ella me importa y ellos lo saben ahora.
Esto es lo que quería evitar, pero no pude.
Ella es mi jodida punto debil y ahora todos lo saben.
Me giro hacia los presentes llevándola conmigo.
—Pueden seguir —les ordeno.
La música se reanuda, las mujeres regresan a bailar, cualquiera estaría nervioso en su situación, pero ellas no, porque están acostumbradas a esto. Siento la mirada de mi padre sobre mí, negando con la cabeza.
Considerándome una deshonra para la familia. Pero esta deshonra ahora está dirigiéndola hasta el baño, para verificar que esté bien y castigarla, porque no creo poder seguir toda la noche sin tocarla.
Ella me sigue y siento el deseo de arrancarle ese maldito vestido, que muestra todo lo que es mío, pero tampoco quiero que quede desnuda... por lo menos no aquí, no todavía. En mi rango de visión aparecen las puertas del baño de hombres. Empujo las puertas adentrándome en el interior con ella. Suelto su mano, revisando cada cubículo en busca de cualquier intruso. No hay nadie, me giro para confrontarla por haber llegado hasta aquí, pero ella está cerrando con llave la puerta. Pega su espalda a la puerta.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto de manera directa.
Ella se cruza de brazos, mientras frunce el ceño. Maldita sea, esas acciones hace que sus senos se vean más pronunciados y mucho más al descubierto. Me duele, la entrepierna. Su rostro se enrojece y sé que está molesta. Pero este no es momento, ni lugar para caminar.
—Estoy bien, gracias por preguntar. Me duele el tobillo, pero no creo que sea algo grave —se burla.
Debí dejar a alguno con vida, para torturarlo como es debido. Siento mi presión arterial amenazar con subirse.
—¿En qué parte exactamente te duele? —le pregunto acercándome a ella.
Me arrodillo frente a ella, en busca de sus pies, para verificar que no tenga ningún rasguño, golpe. Intento sujetar su pierna, pero me es imposible, ya que ella me patea. Gruño por lo bajo, me molesta que se ponga en estos planes, pero me disgusta mucho más poder ver su desnudes bajo ese vestido y tener que mantener los estribos.
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D'yavol
Random"Los chicos buenos van al cielo, pero los malos lo traen para ti" Ella es una militar, condecorada, una de las mejores en su trabajo. Él es... un extraño, no tan extraño. Ella ha pasado por muchas cosas, no cree en el amor, pero si en la venganza...