Capítulo 38

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Efectos colaterales.

KIRILL

Mi cabeza da vueltas intentando procesar lo que acabo de escuchar. Quería sorprenderla y mostrarle unas piezas de ropa que compre para el bebe y el que termino sorprendido he sido yo...

Me detengo y aunque quisiera moverme, sé que mi cuerpo sigue en ese abrupto momento, tratando de procesar lo que ella ha dicho. Sabía que ocultaba algo, solo no estaba consciente de la magnitud que podría traer ese algo, con esto rectifico que cada acción tiene una reacción, una consecuencia y ahora estoy pagando por ella.

Ella se mueve en mi dirección, su mirada... Ella tiembla, teme lo que pueda ocurrir, porque hoy se ha desmantelado su engaño y la venda sobre mis ojos que me hacía ciego, ha caído. Las escasas semanas de embarazo relucen en su ajustado vestido. Maldita D'yavol jugaste conmigo a tu antojo.

—Yo... —balbucea, sin llegar a formar alguna oración coherente.

Me mantengo en el mismo lugar, sin emitir palabra alguna, sintiendo la dureza de mis gestos, mis ojos taladran sus endemoniada facciones que me tenían preso. La vena de mi cien palpita con fuerza al igual que mi corazón y pulso se asemeja a que estuviera en una carrera contra el tiempo.

—No... N-o es lo que tu c-crees —pronuncia finalmente terminando una oración.

Ella niega con la cabeza, mientras sus ojos se cristalizan, sus manos tiemblan al igual que mi interior vibra de ira al saber la verdad, esa asquerosa verdad que me negaba a aceptar, esa que me advirtió mi padre y negué.

—No es lo que tú crees, es un mal entendido —articula, ahora recuperando la computará, por lo menos en su voz.

—Entren y que un médico se aproximó a tratar a mi padre —mi noto es gélida, al igual que mi la ira que recorre mi cuerpo.

Mis Boyevik se aproximan entrando a la habitación, ella los observa con asombro, porque estos no son principiantes, son los mejores de los mejores. Dejo de observarla, cuando el cuerpo ensangrentado de mi padre ocupa mi rango de visión, tiene 3 heridas de bala. Una en cada pierna y una en su abdomen. Una ventisca de viento frío atraviesa los pasillos, en un bastó intento por calmar mi sed de sangre.

Giro mi rostro nuevamente encontrándome con el demonio encarnado, no creía posible que lucifer tuviera una hija o que fuera capaz de tanto, hasta la conocí a ella... Hasta que vi su verdadero rostro.

—Mis padres, ellos... —comienza su inútil discurso.

Pero levantó mi mano dirigiéndola a su cuello, acción que la mantiene en silencio. Mi pulgar descansa en su yugular, sintiendo los latidos de su feroz corazón, son como caballos a quienes se les ha dado rienda suelta, sin embargo, es hora de volverlos a atar y que comprendan quienes son y cuál es su lugar.

Niego con la cabeza, llevo mi pulgar hasta sus labios, sellando los.

—No quiero escucharte —mi voz es gélida, ocasionando que sus mejillas se tornen rojas—, no quiero escuchar tu voz, ni tus putas mentiras, trágatelas y ahórrate la molestia de mentirme nuevamente en la cara.

Suelto su cuello, en el momento que lágrimas descienden por sus mejillas, su mentón tiembla, ocasionando que me pregunté ¿dónde quedó esa mujer que acaba de intentar asesinar a mi padre? Esa que no le tembló la mano a la hora de jalar del gatillo.

Me giro para largarme, no la mato porque es la madre de mi hijo. Sin embargo, su mano se apodera de mi antebrazo, en un intento por detenerme.

—Las cosas no son como crees —puntualiza, mientras las lágrimas siguen descendiendo por sus ojos.

—No quiero escucharte, mucho menos que me pongas tus asquerosas manos encima —escupo las palabras soltando su mano de mi brazo.

Ella niega con la cabeza, intentando volver a sujetar me.

—Te he dicho que no —siento mis fosas nasales abrirse y cerrarse con fuerza, mientras intento mantener los estribos.

—No te he matado. Porque eres la madre de mi hijo —puntualizó—, solo eso.

Su mano tiembla en un vago intento por sujetar mi mano, pero lo impido.

—Tu no debías estar aquí —se justifica.

—Eso no fuera cambiado nada.

Me giro observando a mis Boyevik acercarse.

—Tienes que escucharme, algún día lo tendrás que hacer —la confianza en su voz es notoria.

Niego con la cabeza, sintiendo un mal sabor en mi boca.

—No tengo, ni lo haré —afirmó.

—No es justo...

La corta tolerancia muere al escucharla decir esas palabras.

—¿Justo? —pregunto girándome para encararla, ella retrocede en cada paso que doy—, que puedes hablarme tu de justicia, si todo lo que eres y has sido es actuar como una cualquiera que está dispuesta a hacer lo que quería. Sin importarte a quien usas a tu antojo y las personas que hieres en el proceso —escupo las palabras con molestia.

Retrocede hasta que ella queda contra la pared, hago mi mayor esfuerzo en no hacer algo de lo que me pueda arrepentir.

—No me hables de justicia, si has sido una persona de mierda, que no te importo que te pusiera primero que a mí organización, que te entregará el poder de todo lo que es mío y de lo que no, también —bramo con ira—, que utilizas a mi hijo para tus fines conspirativos.

Gruñó y golpeo la pared con fuerza, sintiendo el dolor esparcirse por mi mano.

—Δεν ξέρεις πόσο ήθελα να είσαι η μητέρα των παιδιών μου, την ψευδαίσθηση ότι μπορείς να τα δεις να τρέχουν με ένα γέλιο στα πρόσωπά τους, να σε έχω στο πλευρό μου, τη γυναίκα μου. Αλλά πάντα εξαπατώ τον εαυτό μου. —finalizó mirándola a los ojos, en el único idioma en que ella no me comprende.

«No sabes lo mucho que quería que fueras la madre de mis hijos, la ilusión de poder verlos correr con una so risa en sus rostros, teniéndote a mi lado, a mi mujer. Pero siempre me engañe a mí mismo».

Ella abre su boca balbuceando.

—¿Qué dijiste? —pregunta en un susurro.

—Te odio y no quiero volver a verte más, estarás en la habitación de invitados hasta que cambie de parecer. Se te atenderá tus visitas al ginecólogo, pero el resto de las actividades tendrán que pasar por mi aprobación. Hasta que nazca mi hijo, entonces decidiré tu destino —finalizó.

Me alejo de ella sintiendo la sangre esparcirse por mi mano, al igual que esta opresión en mi pecho.

—Llévenla a la habitación —les ordenó a mis guardias mientras me retiro.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora