Capítulo 37

176 15 7
                                    

...

3 meses con 15 días, es la cantidad de tiempo que he tenido que esperar, hasta que la oportunidad ha tocado a mi puerta. Kirill ha tenido que salir de viaje, a una ciudad cercana, es un viaje corto de dos días, sin embargo, el suegrito está en casa.

El ambiente entre ambos es tenso. El odio, por su parte, aumento al describir mi embarazo. Sin embargo, eso no ameritaba de mi atención. Decidí que hoy debe ser el día.

Hoy.

¿Para qué? Cualquiera se preguntaría, pero la verdad es que. La venganza es dulce como el más exquisito manjar. No hay comparación. Sé que muchos me dirían "con eso no resuelves nada" o "la venganza no es la solución" "no es sano" y más bla. Es lo único que escucho bla y más bla. Todo tiene un propósito, nunca he actuado solo porque sí. Si alguna vez alguien llegó a creer eso, déjeme decirle en vivo y en directo, está muy equivocado y, sobre todo. Nunca me conoció.

¿Por qué decidí venir a Rusia? ¿Descanso? La verdad es que no. ¿Algo captó mi atención? Eso sí. Ahora me encuentro sentada, decido buscar un vestido color negro que se ajusta a mi cuerpo, mostrando mis escasas semanas de embarazo. Me coloco unos tacones que hacen juego con mi vestimenta, me levanto. Busco mi abrigo y me lo coloco, claro, no sin antes guardar algo preciado dentro de este. Suelto mi cabello, que cae sobre mis hombros.

Estoy lista.

Sujeto el plomo de esta, pero...

«¿Qué haces?» contraataca mi mente.

«Lo que debía haber hecho desde que llegué» responde esa parte que retuvo hace tanto tiempo.

«¿Estás segura? Si algo sale mal, todo se irá a la mierda» grita mi subconsciente.

«¿Por qué debería detenerme? ¿Acaso él lo hizo? No, no lo hizo y yo menos lo haré» me respondo a mí misma

Es una batalla que se desata en mi mente, en mi toma de acciones. Ya no importa que pase, si tengo que morir lo haré. No sin antes llevarlo al infierno conmigo.

Mi corazón martilla en mis oídos, mi pulso se dispara y una descarga de adrenalina se cuela en mi cuerpo, logrando que sienta de nuevo lo que vivía en mis misiones. A paso firme, voy por la mansión. Mientras mis tacones hacen eco al contacto con el mármol. Con la mirada en alto, sin duda alguna en mí ella. Así camino hasta llegar a mi destino. De aquí en adelante, lo que haga marcará un antes y un después, de eso estoy segura.

Me aseguro que avisarle o más bien, pedirles a los guardias que se retiren de esta área. Orden que acatan sin duda alguna. Todo está listo. No hay vuelta atrás.

«¿Estás segura? Sabes que no hay vuelta atrás y eso no vale la pena» me recrimina mi mente.

«Necesito hacer esto, por ellos» me autorrespondo.

Aun permaneciendo completamente segura, giro el plomo de la puerta, la abro. Pero solo entro y la vuelvo a cerrar con pestillo.

Mi mirada recae sobre el hombre que permanece sentado sobre el sillón de cuero, su mirada no me indica nada de sorpresa. Él ya sabía que iba a venir, solo era cuestión de tiempo. Los músculos de su cuerpo no están tensos. ¿Qué siente? No estoy segura. Pero a este punto, no me interesa.

Tomo asiento, en el mismo lugar donde tuvimos nuestro antepenúltimo enfrentamiento y el de hoy será el último. De eso estoy segura. Me cruzo de piernas delante de su mirada que no pierde rastro de mis acciones. Mis brazos viajan hasta quedar depositados en los antebrazos del sillón. Una sonrisa falsa se forma en mi rostro.

—Constantine, cuando tiempo sin estar frente a frente —habló sarcástica—. Claro la primera por desgracia no me viste, pero yo sí. En vivo y directo —digo e inclino mi rostro ligeramente hacia la derecha.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora