Capítulo 4

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Un padre está dispuesto a todo por sus hijos.

Adler Muller.

Angustia.

Es la palabra que define lo que estoy sintiendo.

Sé que Katarina es inteligente como nadie, sabe manejarse sacando el provecho de las situaciones más, pero también estoy consciente de que mi hija es capaz de quemar el mundo y a todo el que se interponga en su camino. Su corazón no es el mismo, la vida, se ha encargado de endurecer su corazón, volviéndola casi insensible. Es un gran parecido que comparte conmigo, ya que muchos consideran que soy un ser humano desalmado, frío. Sin embargo, cuando se trata de mis hijos, todo eso se derrumba. En cambio, sí a ella le tocarán a algún amigo o alguien que ella quiera, deberá temer.

Katarina no tiene mi apellido, mucho menos mis genes, pero la conocí desde que era un bebe, cuando ocurrió ese terrible incidente en él murieron sus padres.

Yo no me encontraba bien, sin embargo, cuando tuve la oportunidad de volver a formar parte de su vida, no lo dude en ningún momento. La quiero como si fuera mía, no me perdonaría si algo le pasara a ella.

Observo mi reloj, faltan 20 minutos para que su helicóptero aterrice. Solo quiero verla bajar, con esa sonrisa que siempre pone cuando completa una misión. Los minutos se hacen eternos. Mi nerviosismo incrementa. Hasta que escucho que tocan a mi puerta.

—Disculpe General, pero me acaban de informar que el escuadrón de la Subteniente Rostova, está a minutos de aterrizar —me informa mi secretaria.

Me levanto como un resorte, mi cabeza me duele, pero es lo que menos me importa en estos momentos. Lo único importante, son mis dos hijos. Apresuro mi paso, hasta llegar a la pista de aterrizaje. Me detengo cuando ya he llegado, visualizo el helicóptero y quiero sentirme bien, sin embargo, me es tan difícil porque la angustia que siento se va haciendo más presente, más fuerte. Siento un nudo en la garganta, empiezo a respirar con dificultad.

Aterriza. No espero a que se apaguen todo por completo, cuando ya he acelerado mis pasos, observo como empiezan a bajar los soldados. Dos de ellos ayudan a Blaz a caminar, su rostro está demacrado, y hace muecas de dolor. Debería sentir alivio, pero el nerviosismo no se va, sigue presente. Los soldados que llevan a mi hijo son del equipo de Katarina, al verme se detienen. Me reciben con un saludo militar.

—Señor, vamos a llevar al capitán Blaz a la enfermería.

—¿Dónde está la Subteniente Rostova? —pregunto presa de la angustia.

Ellos se miran entre sí, a excepción Blaz cuya mente pareciera estar lejos.

—Ella... —empieza un soldado, pero no termina la oración.

—¿Ella que?

—En medio de la misión hubo una complicación, entramos y salimos de la hacienda, pero cuando ya teníamos que regresar, faltaba un soldado y ella regresó a buscarlo. Insistía en que no iba a dejar a ninguno. En medio de todo eso, encontró al soldado y... — dice y se detiene.

No me gusta para nada. Siento como se oprime mi pecho y él todavía no ha terminado de hablar.

—Pero cuando lo encontró estaba con el narco, el dueño de la hacienda. Estaba apuntándole con un arma. Él le ofreció un trato a ella —se detiene y baja la mirada— se podían ir todos, pero se tenía que quedar uno. Ella se quedó.

¿Cómo? ¿Ella hizo qué? Una descarga de ira entra en mi cuerpo, cierro los ojos intentando contenerme, recreando ese escenario y en vez de calmarme, mi cólera aumenta.

—¿Por qué se quedó ella? —pregunto intentando encontrar una respuesta.

—De alguna forma, él sabía quien era la Subteniente y dijo que tenía que ser ella. ¿Cómo lo sabía? No lo sé, es desconocido para todos.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora