Capítulo 40

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"Piensa siempre que, si haces un daño, tarde o temprano éste regresará contra ti." ESOPO

Horas antes del capitulo anterior...

Kirill.

Me adentro en mi negocio, en busca de algo de distraer mi mente. Me siento en mi lugar, observando a las mujeres bailar alrededor del tubo, mientras otras gatean hacia los hombres. Mientras a unos cuantos metros se desencadena una orgía, también un trío, sin embargo, todos mantienen su privacidad o eso se intenta.

La encargada del negocio, se abre paso entre las personas, llevando un traje de cuero que dibuja su silueta, su cabello castaño cae a los lados, cuando se inclina para saludarme.

—Siéntate —le invito.

Ella se sienta a mi lado, con una sonrisa de oreja a oreja, no diría que somos amigos, pero me llevo muy bien con ella. Cumple con todo lo que le ordeno, no tengo queja alguna.

—Señor, me asombra verlo, si me fuera dicho le preparaba algo para esta noche —susurra lo último.

—No.

No tengo ganas de mujeres, mucho menos después de Katarina, ella me ha embrujado o talvez a mi pene, porque con solo pensar en ella o en sus carnosos labios ya me pongo duro y lo odio, porque estoy a kilómetros de esa maldita casa y aún no me siento bien.

—Llévame a mi lugar —le ordeno, levantándome del asiento.

Ella asiente, guiándome a la nueva sección que abrí para mi disfrute. En este lugar hay de toda clase de mujeres, nacionalidades, pero compartiendo algo en común, son afrodisiacas. Algunas saben quien soy, otras no, esa es mi ventaja, ya que puedo conocer su comportamiento con los clientes y así mandarlas a otra sección.

Poco a poco la luz del pasillo va volviéndose más oscura, hasta que llegamos a mi habitación, creada con los mejores fines que pueden existir. Beatriz me entrega la llave, mientras me adentro en el cuarto, oscuro, con luces, led, juguetes creados para mí. Me deshago del saco dejándolo caer en la cama, abro los botones de mi camisa, preparándome para lo que viene.

Me deshago de la correa, dejándome caer en el sillón de cuero.

Las puertas se abren, dejándome contemplar las cuatro mujeres que vienen gateando desnudas, con el cabello recogido en una trenza, como ordene. Se arrodillan en el centro de la habitación en espera de una orden.

Desabrocho mi pantalón, sacando mi amigo.

—Besen cada parte del cuerpo de la otra, tóquense todas, pero ninguna puede correrse hasta que yo lo ordene —sentencio.

Ellas acatan mi orden, repartiendo besos en sus abultados senos, mientras paseo mi mano por toda mi longitud en busca de alivio. Los gemidos se adueñan de la habitación, sus fluidos y mi naciente erección no se hace esperar.

Sacaré todo mi estrés de una u otra manera, no importa si tenga que hacerlo imaginando a mi D'yavol.

MOROZOV

Arreglo mis guantes hechos a medida, el color del cuero hace juego con el ajustado saco que llevo. Esos estúpidos hombres hablan y hablan sin parar, diciéndome las pro y contras de cada cosa que hacía o dejaba de hacer. Hay negocios que atender, socios que recordarle donde debe estar su lealtad y lo que pasaría si esa cambia, sin embargo... no puedo sacarme de la cabeza a esa maldita rubia, tenía que entrar en mi vida, engañarme tan descaradamente.

Mi teléfono vibra sacándome de la neblina en la que había entrado mi mente. Reviso el nombre que figura en la pantalla, es importante. Me levanto del asiento dejando a esos hombres con las palabras en la boca.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora