Capítulo 11

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Los más fuertes también lloran

Sufren, pero ocultan su sufrimiento.

Katarina

Siento como sus brazos me rodean. Intenta tranquilizarme, pero es en vano, no importa que tanto me abrace o me cante, nada de lo que él haga puede parar este dolor. Este sentimiento de solo querer llorar, sin importar quién te vea. Cuando todo te vale mierda, porque estás cansado de fingir ser fuerte. Las pesadillas se hacen cada vez más presente y sin importar que él esté muerto, le sigo teniendo miedo. Lloro porque dicen que de esa forma te desahogas, pero después de hacerlo lo único que siento es un ardor en mis ojos. Mi alma se siente vacía y nadie puede ayudarme. Tengo que hacerlo sola, pero es difícil, porque no sé qué hacer, ni como remediarlo.

Escucho como cantan promesas a mi oído. Me dicen que no me dejarán, que siempre estarán para mí, por otro lado, una voz maligna me susurra que todo lo que dicen es mentira, que me dejaran cuando tengan la oportunidad, que todos mienten, todos me usan. Una me dice que estaré segura, pero la otra dice que recién empieza a calentarse este infierno. Y estoy en el punto donde no se a cuál escuchar. Solo sé que me canso de tanto llorar, pero es lo único que puedo hacer.

Imagínense que su mente los traicione, como si los secuestrara y subiera el volumen de la música para ahogar sus gritos. Te alimentan de promesas para que no queden ni los huesos y, a manera de protesta ahora me ahogan desde adentro y ahora son ellos los que me detienen. Cuando camino hacia adelante me hacen tambalear para que me tropiece y despierte con terrores nocturnos mientras me dibujan pesadillas de arrepentimiento. Sé que nada de esto tiene sentido, pero no me importa.

Me tranquilizo hasta que las lágrimas cesan, pero son remplazadas por una oleada de inquietud. Una opresión en el pecho, el deseo de llorar regresa, no sé qué hacer. Mi estómago se vuelve un nudo, haciendo que me dé asco comer y me den ganas de vomitar. Si intento hablar, me siento peor. Lo reconozco es ansiedad o ¿pánico? Cualquiera persona que no reconozca eso lo confunden y llaman rebeldía, pero no es así. Cierro mis ojos hasta que todo se vuelve oscuro y me quedo dormida.

Un mes después.

Han pasado dos meses en los que todas las noches me despertaba llorando. Mi salud mental no estaba en su mejor momento. Cuando Ancel se iba, me atrapaban mis pensamientos para torturarme. Él no me vio llorar. Una noche no pude más y lloré. Trato de calmarme, pero fue en vano, hasta que me quede dormida. Al día siguiente tuve que hablar con él y confesarle todo.

No he visto a Matt. Mejor dicho, no lo he dejado entrar, no me sentía en mi mejor momento como para lidiar con ese idiota. Ancel le decía que seguía viva y bueno, no le quedo de otra que quedarse afuera.

Mi cuerpo estaba mejor. En mi espalda las heridas sanaron, pero no me dejaron marcas, por lo menos no tan visibles. El resto de mí, quería correr hasta no poder más. Respecto a mi mente... hice videollamadas con mi psicólogo y me siento mejor. Tengo bajones emocionales, pero los sé controlar y eso es bueno, por así decirlo.

Por primera vez en meses voy a salir, regresaré a mi trabajo. Por fin me libraré de Matt, no más tentación. Me coloco mi uniforme, me arreglo mi cabello. Estoy lista. Salgo de mi cuarto, tomo las llaves de mi carro, tengo todo listo, agarro el plomo de la puerta y la abro. Mi sonrisa se esfumó, porque ahí estaba él, de pie frente a mí y ahora mirándome fijamente. Siguió inmóvil, no reaccionaba es como si su mente se hubiese ido lejos. Carraspeé con la garganta y él reaccionó.

—¡¿Me podría dar permiso?! –grito molesto.

Él se puso a un lado dejándome pasar. Cierro la puerta y prácticamente corro a mi carro. Me encierro, deleitándome con la sensación de tocar a mi bebe, después de tanto tiempo, por encender el motor de mi bebe. Cuando él apareció tocando la ventana.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora