Capítulo 36

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La espera se puede volver tan tortuosa.

Kirill.

Un sonido en seco, capta mi atención. Me levanto de golpe de la silla, sintiendo las pisadas de mis guardias venir conmigo. Subimos las escaleras, con las armas listas en caso de que alguien entrara sin permiso. Pero nadie sería tan idiota para entrar en mi territorio sin mi permiso.

Pateo la puerta, sintiendo el olor de lo que parece ser vómito adueñarse de mis fosas nasales, pero lo que en realidad capta mi atención es la rubia que se encuentra tirada en el suelo, debajo de su cuerpo está mojado. Mi cuerpo se enfría al ver ese vestido.

Katarina.

Mi cabeza reproduce su nombre una y otra vez. Corro escalera abajo en busca de ella. La levanto con delicadeza colocándola en mi regazo. Está pálida, sus labios han perdido el rojo que los caracteriza, tiene rastros de vómito en su cuello. La parte baja de su vestido está mojado. Mi corazón se acelera en cada segundo que pasa. La levanto en peso, pegando su cabeza a mi pecho. ¿Qué hacías aquí? Es pregunta, resuena en mi cabeza una y otra vez.

Entro en el carro con ella entre mis brazos, sintiendo como el mundo amenaza con desplomarse a mi alrededor. Tiembla repetidas veces.

—No se te ocurra morirte, D'yavol, no puedes, no tienes permiso —le susurro con molestia.

El viaje es bastante breve, la llevo hasta nuestra habitación encontrándome con el doctor que mande a pedir, con un grupo de enfermeras. La coloco en la cama. Me siento desesperado, pero no quiero irme y no lo haré.

—Si desea, puede retirarse un poco y cuando regrese le avisaremos los resultados —me ofrece el doctor.

Asiento, estoy lleno de sangre. Algo me dice que me vio cortarle la lengua ese hombre. Subo las escaleras de una de mis habitaciones en busca de un baño que quite esa asquerosa sangre. Me deshago de mi ropa, adentrándome en el baño. Intento que el agua relaje mis músculos, pero es imposible lograrlo, mientras mi mujer esta inconciente en nuestra habitación.

¿Quién la habrá llevado? ¿Por qué ella fue? ¿Por qué no me llamo? Gruño y le proporcionó un golpe a la pared del baño, pero no me sirve, necesito más. Salgo del baño en busca de mi ropa, para exigir alguna noticia sobre ella y su estado de salud. No ha querido comer en esta semana, mucho menos ha dormido bien, debe ser eso.

Sin embargo, siento una mano pasearse por mi pecho, la reconozco y la quito de inmediato. No me siento de humor para soportar sus idioteces.

—¿Qué le ocurre mi señor? —la voz de Masha, lejos de ayudarme, me irrita más.

—Lárgate, no tengo humor para soportarte —le ordeno.

Ella se mueve hasta quedar frente a mí ofreciéndome mi ropa. La tomo sin medir palabra alguna con ella, pero algo en su mano capta mi atención. Tiene un diamante que reconozco muy bien... es el anillo de Katarina.

La ira recorre mi cuerpo, cegándome y apoderándose de mí. Llevo mi mano hasta su cuello y la estrello con fuerza contra la pared más cercana. Las venas de mi cuello palpitan al igual que las de mi cabeza. Mi sangre se calienta, exigiendo destruirla por haber tocado a mi mujer y actuar a las espaldas de su señor.

—¿Cómo tienes ese anillo? Miénteme y será lo último que hagas —le advierto antes de que habrá la boca.

Ella jadea, patalea en busca de aire. Pero no aflojo mi agarre.

—Ella... quería, saber dónde trabajas y me exigió que la llevara —formula la oración con dificultad.

Mantengo mi agarre en su cuello, afianzándolo, hasta ver como su rostro palidece y cada vez abre más la boca en busca de aire. Uno que no se merece.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora