Capítulo 22

268 21 6
                                    

Advertencia de contenido

Jodidamente caliente.

Unos besos se esparcen por mi cuello, me muevo en la cama, por qué quiero seguir durmiendo. Sin embargo, el dueño de esos labios sigue insistiendo, hasta que abro mis ojos y me encuentro con unos ojos azules que poseen una sonrisa risueña.

Me volteo dando la espalada.

—Déjame dormir —recrimino, molesta.

Si no quiere darme sexo cuando quiero, tampoco se lo daré.

Intento volver a conciliar el sueño. Mis esfuerzos son en vano, ya que unas manos empiezan a hacerme cosquillas y para mi desgracia, soy bien cosquilluda. Intento salir de sus garras, pero me es imposible, él está arriba de mí y no aguanto la risa, pero tampoco quiero demostrarle que lo disfruto. Hasta que no aguanto más y me río, hasta que siento mi cara arder acompañada de mis mejillas calentarse, indicándome que ahora son de color rojo.

Se detiene, su mirada tiene cierto brillo que note el día de la fiesta. Sus pupilas se dilataron y noto que la camisa se me subió hasta mi ombligo. Está entre mis piernas. Paseando sus dedos por mi muslo interno, acerca su boca a la mía. Dejándome con las ganas del siguiente paso. Pero no lo hace.

La cabeza me da vueltas y estoy empezando a considerar que debo comer más.

Se aleja y se mete en el baño, dejándome nuevamente caliente. Tiene una muy mala maña ese hombre. Creo que es familia de los microondas. Se viste en el baño. Pero cuando sale se va, abandonando la habitación sin decir nada. Es bipolar, ya lo sabía. Me doy un baño y me coloco otra de sus camisas.

Una mujer vestida de sirvienta, entra y me deja una bandeja con comida. La tomo sin decir nada. Las horas pasan y quiero una explicación. ¿Por qué un día está bien, y al otro no? ¿Qué le ocurre? Es un idiota, esa es la sentencia.

Escucho la puerta abrirse, y lo veo entrar. Pero cuando me ve, se da la vuelta para salir.

—¡¿Qué carajos, te ocurre?! —bramo molesta, y empiezo a caminar hasta quedar cerca de él.

Se voltea y tengo que mirar para arriba, para poder verlo, sus ojos siguen igual que como estaban en la mañana. Fríos, muertos, como un cuerpo sin alma.

—A mí no me ocurre nada —responde de una forma fría.

—¿A? ¿no? Entonces, por qué me evitas, me ignoras y ahora me estás hablando de esa manera. ¡¿Por qué carajos, no me quieres tocas?!

En su rostro, veo como se debate internamente.

—Estoy jodidamente caliente —dice y empieza a caminar hacia mí, pero cada paso que da, yo retrocedo. Hasta quedar pegada a la pared— Tranquila pequeña, que después que lo haga, vas a rogarme que te haga mía, tu piel, —toca suavemente mi rostro— tu cuerpo, me pedirá a gritos, que la toque de nuevo.

—¿Cuándo lo harás? ¿Por qué no me quieres tocar?

—Porque ando caliente, ¿Qué es lo que no entiendes? —se aleja de mí.

—¿Qué tiene que ver eso conmigo?

—Todo, porque no quiero parecer un animal —responde frustrado pasando su mano por su cara.

—¿Qué paso con ese dominante que me quería ver de rodillas frente a él y no exactamente para rezarle a Dios? ¿Qué paso con él? —le pregunto recordando ese día.

Me mira y noto como se debate internamente, dicen que los ojos son las ventanas del alma. Pues las de él creo que están rotas, pero hay algo más. Tiene miedo, por mí. Piensa que puede herirme.

D'yavolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora