CAPÍTULO 24.

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Peor que rabia.

Dos días han pasado y Nayet y yo no nos hablábamos. Incluso viviendo en el mismo corredor era como si no nos conociéramos, por suerte era buena actuando como si él no significara nada para mí, lo he hecho durante dieciséis años. Lo malo era ¿Por qué actuaba en vez de ser así?

Esa pregunta no me dejaba estudiar tranquila. Tal vez... solo tal vez, empezaba a caerme bien, después de todos estos años sería un milagro.

Para cuándo el lunes llegó Nayet estaba más irritado de lo usual y no ayudó para nada el hecho de que el auto de Megan estuviera en el taller.

Inocentemente la tía nuestra que le pidió el favor al niñito malcriado de llevarme.

¿Y que respondió él?

—Que el virgen de su novio la lleve.

— ¡Ya no lo es!

Lo admito, no lo pensé bien. Solo salió empeorando la situación.

El camino fue silencioso pero cargado de una incomodidad asfixiante. Maldije cada minuto que pasó hasta llegar las grandes puertas de Belmont High; los pies me cosquilleaban por salir corriendo pero cuando quise abrir la puerta no pude.

—Déjame ir.

—No —se quitó el cinturón.

Gruñí.

Es absurdo pedir que se comporte de forma madura o mínimo me dejara en paz sin una discusión previa. Solo es cuestión de segundos para que uno de los dos suelte el primer insulto.

— ¿Te lo cogiste? —el filo de su tono no me sorprende.

No está molesto, está furioso y eso tres veces peor. Me encanta que este así. Todo su lenguaje corporal indica que está a una palabra de estallar.

Provoca echarle más leña al fuego a ver qué pasa.

Lo ignoro, pero él cierra con fuerza la solapa del espejo.

— ¿¡Te lo cogiste?!

La irá me hizo responder:

— ¡Sí, si me lo cogí! ¡Y también me lo metí a la boca! La misma que besaste.

No encendí la hoguera. Acabo de prenderle fuego al puto mundo. Al suyo, en donde vive su ego.

Los nudillos se le ponen blancos de lo fuerte que aprieta el volante, la tensión se ve reflejada en su mandíbula. Por un momento me sentí intimidada por Nayet y sus ojos que lucen extremadamente molestos, pero no se lo demuestro, no le doy el gusto y por ningún momento aparto la mirada.

La vena en su cuello aparece seguido de un grueso:

—Fuera.

Ni me molesto en discutírselo, apenas escucho el sonido de la puerta salto del auto.

Tengo el entrenamiento hasta el cuello con esto del reclutamiento de las universidades, que aún por cierto no le he dicho al equipo.

No me puedo dar el lujo de envolverme en un triángulo amoroso en donde está más que claro que quien saldrá victorioso será...

—A ver, uno, dos, tres, cuatro ¡Estas completa! —celebra Megan con sarcasmo—. No entiendo el drama de venirte con Nayet.

Cierro mi casillero con toda la rabia contenida. Mi disgusto no pudo ser más claro cuando la vi con esa sonrisa burlona y su cabello más encrespado de lo normal.

—Te meteré el teléfono en la boca si no te callas.

Megan rueda los ojos disfrutando de mi mal genio, saca lo que estoy a punto de pensar que es su droga—el teléfono—y mi trabajo como guía para que no se golpee con cualquier cosa da inicio.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora