Las verdades de Debrah. |COMPLETO|

CAPÍTULO 30.

Vuelve a donde todo empezó, y destrózalo.

Recojo mi manta y arropo a Amber que se había quedado dormida.

Anton está en un viaje de trabajo por lo cual solo estamos nosotras y hacemos lo que se nos antoje, como entrar en completa confianza andando por la casa en ropa interior y llorar hasta la madrugada con las películas.

Han pasado dos días desde la discusión con mi madre. Papi es el único que me escribe y la madre de Nayet me llama todas las tardes para saber cómo estoy.

Por otro lado Diana sigue viva y por lo que he visto en sus estados de WhatsApp ya es oficial que Nova es su cuñada. «Que loco» ella, que siempre se metía con chicos de su clase, que tenían el mismo nivel de malicia y perversidad, terminó enrollada con el idiota más inocente de Belmont High.

Qué tierno.

Yo por otro lado casi no he dormido desde que tomé mi decisión, a la 1 a.m. entro a la habitación de enfrente, esa de dónde escuchaba insultos y música a todo volumen.

Las sábanas habían sido cambiadas, no quedaba nada en el ropero, ni siquiera un objeto olvidado. Su existencia fue borrada menos su fragancia.

Abrazo la almohada mientras reviso por quinta vez el chat de Garreth. No ha estado en línea desde la mañana y me empiezo a preocupar.

«¡Estoy harta! Twitteó pestes de mi historia. ¡DEBRAH!» La ignoro. No estoy para los berrinche de Megan.

No soporte más el silencio, la ansiedad ni la confusión. Necesitaba algo pero no podía saber qué. Me sentía asfixiada, el pecho acelerado, desesperada por salir.

Me pongo ropa y recojo mi cabello rojo en una coleta alta. El Uber me espera abajo así que no tardo en montarme y mucho menos en llegar a Belmont High.

Una vez alguien me dijo que si veía que nada tenía sentido y me sentía perdida, volviera al lugar donde todo empezó, y lo destrozara brutalmente hasta saciarme.

Mire con recelo la arquitectura de la escuela, a esta hora se ve más tenebroso de lo normal. A ciegas sabía que los salones estaban abiertos ya que el director confiaba mucho en la idea de proteger el exterior pero dejar abierto el interior, por lo que el servicio de limpieza jamás le prestaba atención al campus.

Camino por el callejón a un lado de la escuela que da directo con la cancha de fútbol. Debajo de las gradas se encuentra una pequeña puerta que conecta con el despacho del conserje, que a su vez intercepta con el pasillo.

Una vez ahí todo era pase libre a excepción de las seis cámaras de vigilancia meticulosamente escondidas desde dónde me encuentro hasta el salón de ciencias.

El camino más fácil para evitar problemas es que después de lograr mi objetivo vaya directamente a la oficina de Eduardo y borre las grabaciones.

Los aparatos tienen sensores de movimientos, así que cada una me apunta cuando paso frente a ellas. Deslizo la puerta encontrándome con las sillas, las mesas pulcras y todo en orden.

Orden que muy poco destruiré.

Me encontraba en medio del salón de ciencias sin saber por dónde empezar. ¿Por el puesto donde el profesor nos asignó como pareja? ¿La ventana donde me besó por primera vez? ¿O el escritorio del profesor dónde traicione a mi mejor amiga?

— ¿Cuántas veces más vendrás a desquitarte?

—Las que sea necesaria hasta saciarme—me giro a encarar a Nayet—. Hicimos un trato, yo borre esa App de rastreo.

—Yo también—se adentra a la habitación dejando ver su perfecto rostro—. Descargue otra.

Solté un bufido.