CAPÍTULO 39.

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Siempre tú... y yo.

— ¿Princesa? —Amber entra temerosa, con el maldito semblante de que siente lastima por mí.

— ¡Quiero estar sola! —siento la garganta arder y lo ojos hinchados tirada en el suelo de mi habitación abrazando el suéter que le robe a mi mejor amigo.

—Niña, tampoco te puedes echar a morir —entra Anton y mi tía se queda en el umbral.

Así me siento.

—Esto no es tu culpa.

—Pero pude hacer algo para evitarlo —hablo soltando lo mal que me siento—. Déjenme sola, por favor.

Se quedan de pie a mi espalda mientras me encojo, no sé qué hace, pero lo siento dar unos pasos sin acercarse demasiado.

—Ya nos vamos —peina mi cabello—. Nayet vendrá en dos horas, no queremos que estés sola. 

Él es el responsable de todo esto.

Si Rafa está pagando por algo que no le compete es porque el canalla de Nayet es el único escritor de toda la desgracia que nos ha pasada.

Él culpó a Rafa, él me lo dañó llevándose a Diana y a mí de por medio sin considerar a nadie.

A mi desgracia se le suma las cortadas que descubrí en la muñeca de la rubia haciéndome sentir peor, Brayden me asegura que es por Edipo; pero no le creo.

Giro el cuerpo cuando la puerta se abre. ¿Ya pasaron 2 horas?

Nayet se inclina ante mí, me lleva a la cama en brazo, sentándome sobre él.

—Todo es tu maldita culpa —Descanso la cara contra su pecho.

Estoy demasiado cansada para pelear con él. Nada de lo que diga hará cambiar lo que hizo.

—Hice todo lo posible para evitarlo.

— ¿Pero cómo...? ¿Cómo dieron con él? Me dijiste que tu amigo se había hecho cargo

—Del cuerpo, más no podemos hacer nada con las cámaras de seguridad.

—Entonces lo tomaran como defensa persona —me enderezo y un ápice de esperanza me dice que no todo está perdido—. Ese hombre nos atacó primero. Él estará libre.

Nayet rompe mis ilusiones moviendo la cabeza.

—Asesinó a alguien Debrah, por mínimo que sea lo harán pagar. El tío de Megan tomó su caso. Lo juzgaran como menor de edad, y como tú dijiste, las cámaras demuestran que solo nos estaba protegiendo.

— ¡No es justo! Ni siquiera nos dejaron atestiguar.

—No lo necesitan cuando tienen la evidencia en video.

—Esto es una mierda.

—Si quieres, el fin de semana te puedo llevar a verlo.

—Si —murmuro volviendo a acomodarme en su pecho—, aunque no me siento lista para verlo así.

—Cuando lo estés me avisas, yo tampoco me siento preparado para ir solo.

Por un momento decido creerme su actuación de arrepentido. 

En la vida Nayet no ha sentido compasión por nadie y que me venga a mí, con el cuentito de que le carcome la consciencia, me parece muy bajo.

Falso.

—Las clases no se van a cancelar —digo para desahogar, jugando con los botones de su chaqueta militar.

—No —su mano sube y baja por mi pelo—. Pueden matar a alguien y aun así las clases no se suspenderán. Eduardo hubiera fumigado el colegio con nosotros dentro de no ser por las demandas.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora