CAPÍTULO 38.

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Mi novio.

A veces, se toman decisiones malas pensando que eran buenas.

De eso se llena la adolescencia y decirle a Brayden que distrajera a Rafa con el secreto que juramos jamás revelar fue una de las peores cosas que le pude haber hecho a mi amigo, arruine su amistad con Brayden y lo que es peor, le baje la reputación.

Rafa no responde los mensajes, sé que está bien porque Diana pasó todo el día de ayer con él, no sé dónde, no sé qué carajos hicieron, pero está bien. No se ha echado a morir, aunque deduzco que eso quiere.

Quito la preocupación de mi cabeza para concentrarme en llenar las hojas de vida de mis animadoras. 

Les pedí a los del equipo de futbol que tuvieran a mis chicas en su mesa y me dejarán sola por hoy para completar los registro.

Los cazatalentos vendrán el viernes y les pidieron a todos los líderes de los clubes que les entregáramos un expediente con la información personal de los integrantes para facilitar el proceso.

Tengo que escribir a mano los nombres completos, año en que están, posición en el equipo y datos que Nayet y Alexandra también deberían de estar anotando, en cambios, yo los noto muy tranquilos.

Me empino el jugo de fresa esperando que Diana termine de correr por toda la cafetería, seguramente buscándome. 

Esta agitada, con una gigantesca sonrisa en su carita de ángel inocente me saluda y me dice:

—¡Monté a Rafa como en un rodeo!

Escupí sobre las hojas de registro.

— ¡MIERDA!

TENDRE QUE HACER TODO DE NUEVO.

Nayet y Ashton, que tenía la intención de volver a su mesa, se quedan estáticos al lado mío con la bandeja de comida en las manos, mirándome perplejos.

— ¡¿Qué dijiste!? —es lo único que me sale antes que se siente en mi lado.

—Ayer, estábamos solo y...

—Sí, sí, me lo imagino ¿Nos dan privacidad, viejas chismosas? —los chicos despiertan de su estado de shock, apurándose para irse. Vuelvo a ver a Diana—. Pero ¿cómo?

—Use la técnica que me dijiste para seducir, la de retarlo y hacer que haga exactamente lo contrario.

Lo idiota lo trae en la sangre.

— ¡Pero no ahora! —llamo la atención de nuestro entorno. Le agarro la oreja para regañarla en susurros—. No te tienes que coger a alguien que esta triste. Dime que por lo menos usaron protección.

Ella desvía la mirada.

—Amm...

— ¡AY NO PUEDE SER! —ahora si toda la cafetería voltea a verme—. ¡Dios, dame paciencia porque si me das fuerzas la reviento contra una pared! ¡ALBA!

Su cabeza salta entre la mesa de deportistas.

— ¡Pásame tu bolso!

Le lanzo una mirada que la endereza en segundos, Anderson Gutiérrez le hace el favor de tirarme el bolso que atajo en mi regazo buscando lo esencial.

—Si es posible tomate diez —le planto la tableta de anticonceptivos en el pecho.

—Accedió a salir conmigo.

Aparte de ingenua, también sorda.

—¿¡Quieres que te aplauda?!

Recojo mis cosas antes de meterle los papales en la garganta. Meto dinero de lo que calculo cuestan las pastillas de mi compañera y se lo entrego.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora