CAPÍTULO 37.

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El closet de rumores.

—Ya es de noche —Dijo McCarthy, recobrando la atención en mí—. Los Íncubos salen a cazar y es peligroso.

Diana parecía una princesa recién despertada. Su cabello rubio estaba despeinado por el viento caliente, su pecho sube y baja de forma agitada, sus hombros encorvados están cubiertos de hojas secas.

— ¿Íncubos? —Pregunte, con ganas de mirar a Megan.

Diana me respondió con voz suave y seductora:

—Humanos convertidos en bestias, con deseos carnales.

— ¡NO MAMES! —No aguanto la risa que me sale estrepitosa haciendo molestar a la célebre escritora—. Ayer te dije que dejaras de escribir y hoy te apareces con nueva historia de tres capítulos.

—A mí me gusta —opina Diana acaparando la tablet.

—Megan puede escribir de la peste negra y seguirías idolatrándola.

— ¿Qué de malo hay en apoyar a mi amiga? —replica ella.

La dejo seguir parloteando, lanzándole miradas sugerentes a la morena por el comportamiento aniñado de la rubia.

Me animo a confesar mi cagada:

—Necesito una opinión.

Ambas cruzan miradas, Megan accede en silencio, pero Diana desconfía.

— ¿Para fines académico?

Arrugue la cara como diciendo «¿En serio?»

—Sí, para fines académico —repito y ella, como siempre, no entiende el sarcasmo.

Respiro hondo, tomando fuerzas para soltarlo.

—Casi me acuesto con Nayet.

Ellas me miran.

Y me siguen viendo sin ninguna reacción.

— ¿Y... cuál es la novedad?

— ¡Yo nunca me he acostado con él! —empujo a la rubia ofendida, pero Megan tose obligándome a corregir: —A conciencia y sobria.

— ¿Y que no estabas con Garreth? —recuerda el detalle más importante mi inteligente amiga color chocolate.

— ¡Ese es el problema! —oculto el rostro en mis manos—. Es Nayet, no debería de estar así de...

— ¿Confundida? —sigue Megan.

— ¿Constipada?

— ¡Culpable! —bramo—. ¿Por qué estaría constipada, Diana?

Me acuesto en la banca, por un tiempo ellas guardan silencio. Sé que no me entienden, y dudo que haya alguien que lo haga porque ni yo sé lo que me martillea el pecho.

— ¿Te gusta Nayet?

— ¡No! —me exalto insultada.

Y entonces Megan pregunta:

— ¿Y Garreth? —me quedo fría por la respuesta.

—Si —contesto, segura, con el pecho doliéndome—. No... No sé. Es que... ¡es imposible! Es como si te metieras con Isaac.

Megan arruga la cara como si hubiera chupado limón.

—Exacto —hago énfasis a lo que quiero llegar—. Y yo me crie con él, es casi como un hermano castroso para mí. ¿Ustedes que harían?

Diana es la primera en responder.

—En definitiva, elegiría Nayet —la miro absorta—. Y me quedaría con su dinero.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora