CAPÍTULO 4.

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La libreta

Pensé que el único que tenía la combinación de belleza y peligro era Nayet sin su máscara de perfección, pero el vecino le está haciendo competencia con ese aspecto de ángel oscuro que a simple vista creerías que es un niño bueno que no le saca toda la potencia a una Yamaha YZF-R1.

La moto emite un rugido admirable cuando se estaciona, varias personas voltean a vernos. Me quito el casco y mi cabello rojo cae como cascada de golpe, en un movimiento él me ayuda a acomodarlo pasando su mano por mi oreja.

—Gracias por traerme.

—Cuando quieras... —alargó la ese a la espera de mi nombre.

—Debrah.

—Hendry—extiende su mano la cual estrecho y él me dedica una sonrisa irresistible.

Se pone su casco y sin decir nada se va.

Una sonrisa se implanta en mi rostro, pero se borra tan pronto vino al escuchar los cauchos de un carro aproximándose de forma violenta.

Volteo al ver las luces de un carro dirigirse hacia mí pero no reaccionó a tiempo y aprieto los ojos dando un paso atrás.

Aun así, el impacto que esperaba ocurrió cuando resbale golpeándome la cabeza contra el pavimento.

El dolor era inmenso, se sentía como tres resacas al mismo tiempo, me apoyo en mis codos y abro los ojos a duras penas, los murmullos incesantes de la gente me desorientan; aprecio los neumáticos del auto a centímetros de mi cara.

La puerta del conductor se abre y...

— ¡ESTAS ENFERMO!

Grito con todas mis fuerzas al ver a Nayet.

— ¡Debrah! Disculpa, no te vi ¿Te encuentras bien? —se escucha preocupado, me extiende la mano con una sonrisa temblorosa—. Pensé que tu amigo estaba contigo.

«Amigo.»

Los dientes me rechinaron cuando entiendo de qué se trata.

Miré a los lados y supe que ese acto era solo para aparentar. Su sonrisa es forzada y su intención obviamente era atropellarme.

Golpeo su mano y me levanto sola. Quedo frente a él y su inocente sonrisa discrepaba con una mirada asesina.

Es un maníaco.

Conociéndolo, de no haber estado testigos hubiese pisado a fondo el acelerador.

Empecé a caminar, pero a un paso de los escalones de la entrada, me detengo al ver a Flinn Walters correr hacia mí con expresión alarmante.

—Debrah, cariño ¿te encuentras bien? ¿Te duele algo? Si es la cabeza tengo una aspirina.

El dolor de cabeza me lo estás causando tú.

Me paso la mano por el cabello tratando de controlar el mareo y algo llama mi atención en una de las ventanas del pasillo. El cabello corto me revuelve el estómago, sé lo mucho que le gustaba presumir a Nova lo largo que lo tenía, los buenos recuerdos vienen a mí provocando que sonría y mire al chico.

—En la salida hablamos—le doy un beso corto en los labios entrando a Belmont High.

La cabeza está a punto de explotarme y lo más probable es que lo haga ahora.

Hago el intento de no caer sobre el pupitre para echarme a dormir.

En ese momento un papel en forma de bolita cae sobre mí pupitre, lo abro encontrándome una hermosa caligrafía.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora