CAPÍTULO 40.

384 31 5
                                    

De la sombra a la luz.

El pecho me sigue doliendo, tengo como algo atravesado en el esternón que me punza cada que respiro. 

Con Coldplay de fondo reviso el Instagram cuando me llega la notificación que fui etiqueta. Lo primero que se ve es una imagen mía, de hace un año cuando tenía el cabello lacio y flequillo. Deslizo el dedo y la siguiente me hace explotar.

— ¡HIJOS DE PUTA!

Megan se asustan desviándose del carril intentando volver a tomar el control del vehículo.

— ¿¡Qué te pasa?!

— ¡Publicaron mi diario, la lista con todos con los que me he vengado y acostado!

— ¡Qué! —acelera y se estaciona a un lado de la carretera. 

Se apresura a sacar el teléfono buscando la página del club de periodismo quedando boquiabierta cuando llega al post.

—Son unos desgraciados ¿Cómo obtuvieron eso? Es información privada.

— ¡Los voy a refundir en presión! ¡Se pasaron de la raya esta vez!

— ¡Espera! —me arrebata el teléfono impidiendo que llame a la policía.

Hace un gesto con la mano, mueve los dedos de forma extraña llevándoselos a la boca.

—Primero habla con ellos, intenta razonar, graba al profesor y hazte ver como la víctima.

— ¡Soy la víctima! —grito.

Me pasa el celular enfocándose en el suyo.

—Le sacare screenshots a todo por si lo borran después, para tener pruebas —acaricia mi brazo —. Relájate, esto se resolverá y ellos pagaran.

—¿Que me relaje? ¡Que, relajada un coño, Megan!

Me tiro en el asiento llena de odio. Ira, molestia, furia, cólera, todos esos términos no le llegan ni a las patas a lo que se apodera de mí.

Quiero gritar y sacar ese lado primitivo que me hace querer aplastarles las cabezas con un bate de lo sanguijuelas que son.

Me trago la rabia cuando seguimos insultando a los abusivos del periodismo, Megan me aconseja y me dice todo lo que les tengo que decir tanto a ellos para que se vean como unos malditos en la grabación, como a los policías para verme atacada.

Me victimiza como una especie de novela que de la cual presiento que escribirá más adelante.

Reducimos la velocidad cuando los carros y motos se amontonan en la entrada de Belmont. Casi no se puede transitar y Megan pita dos veces apartando a una YouTuber de libros que ella sigue.

— ¡Quítense que esto pisa! —grito por ella.

Por alguna razón la situación, y saber lo que piensa mi amiga en estos momentos me despeja el mal humor.

—Debajo de Belmont, había un escritorcito, se hizo grandote...

—Y lo volví chiquito —surge una sonrisa perversa en su rostro, como el de alguien que ve el mundo arder en primera fila.

Me bastó con vender una vez el chisme para que los demás medio supieran que Urano de plata era un chico de diecisiete años, presidente del consejo estudiantil.

Ethan Nilsson se oculta debajo de una máscara de decencia para exponer sus fetiches a desconocidos, con una familia anticuada y principios religiosos, imposible que salga vivo de esto.

—Una vez revelada la identidad empieza la presión social. Se cae el anonimato...

—Y con eso la privacidad —sigue Megan viendo satisfecha como las cámaras aturden a Ethan que no puede esconderse—. La vida calmada se esfuma. La farándula toxica baja el autoestima, se pierde la motivación e inspiración y adiós al escritor nopor.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora