CAPÍTULO 35.

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Gusto culposo.

Un click y luego otro, una foto tras otra; lo malo de extrañar tanto a alguien es que se tiene los recuerdos muy vivos. En la oscuridad de mi habitación, con solo mi laptop y el cielo cayéndose afuera, me sorbo la nariz con la cara empapada en lágrimas, en algunas ocasiones me sale una risa triste al recordar los momentos, y es cuando le toca el turno a los vídeos que la melancolía me hace sentir menos peor.

Hay uno de los trece años cuando la madre de Nova nos llevó al cine y le hicimos una broma a Megan haciendo que se perdiera en el centro comercial.

Mi primera audición en las porristas, dónde quien está grabando al final sale gritando de la felicidad cuando mi rutina acaba, es Nova quien grita estar orgullosa de mí.

Estoy demasiado sensible desde que llegué del hospital, muchos recuerdos burbujean desde el interior. Me siento voluble y sentimental. Estoy débil, frágil y con el peor sentimiento de soledad, tanto, que lloró como niña necesitada del calor que solo un abrazo puede brindar.

—Angelito, Nayet me llevará...

— ¡LARGO! —Lance la almohada evitando que Rafa entrará.

¡La gente si fastidia! Ya uno no puede deprimirse tranquila.

— ¡Loca!

Me muerdo la lengua antes de decir algo de lo que me arrepentiré después. Nos ha costado mucho levantarle el ánimo desde lo del viernes y no se me antoja ser pañuelo de lágrimas humana otra vez.

Algunas ideas se me ocurren para demostrar su inocencia, pero el temor de que la policía dé con él antes de tiempo me genera un sinsabor. Podemos declarar defensa personal... pero un asesinato es asesinato.

Faltan solo minutos para que se cumplan las 24 horas y ni en la tele ni en Instagram hay noticias del crimen.

Cumplí con mi parte limpiándole la reputación a Rafa, también le pedí el favor a mi novio de purificar su historial de problemas en la base de datos de Belmont High, a regañadientes aceptó.

Reviso las redes sociales una última vez. No parece haber problemas y eso me inquieta.

¿Cómo un cadáver pasó así de largo? Lo dejamos tirado en un charco de sangre a mitad del estacionamiento.

¿Cómo a nadie se le ocurrió llamar a siquiera una ambulancia?

¡Es que no hay absolutamente nada! Ni siquiera en la propia página del cine.

Sigo masticando el mal sabor de guardarle los secretos al príncipe negro. Si se hunde yo también, de alguna u otra forma yo he colaborado para encubrirlo y no soportaría verles las caras a sus padres después de ser la responsable de hacerlo pagar por sus actos.

No soy cruel, tengo en mente que cuando se arrastra con una persona también te llevas por el medio a sus seres queridos. Si Nayet cae sus padres no lo entenderán, se cegarán y me odiarán, por ende, romperían una relación de años con mis padres.

Todo es una cadena de la cual Nayet está consciente y se aprovecha de ello.

La puerta de abajo suena y quedo a la expectativa de escuchar sus pasos. Se detiene cuando una voz femenina le habla:

— ¿Te quedarás a dormir? —pregunta Amber.

—Es muy tarde para conducir hacia el otro extremo de la ciudad ¿No crees?

—Pero bien temprano para quebrarte los dientes —se mete Anton—. Respóndele bien a tu tía, culicagado.

Me aguanto la risa esperando que se meta a su habitación. Por un momento dudo si ir o no, pero esto es algo que no puedo aguantarme.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora