CAPÍTULO 1.

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A la dirección.

Un lobo aúlla detrás de mí, 3 hienas asquerosas enfrente esperan para atacar y lo único que me protege es un bote de basura en la cual estoy escondida.

Escucho un disparo.

Un grito.

Se percibe el olor a sangre.

—Debrah —el golpe de mi amiga Megan hace que de un cabezazo contra la mesa.

Me restriego los ojos adormilada. Pesadilla, aún las tenía. Pedazos de recuerdos cada vez más feroces, más reales.

Lo primero que veo es la melena rizada y el brillo que le otorga el sol a la oscura piel de mi amiga.

—Júpiter, Martes, Venus ¿en qué planeta estabas? —iba a responder, cuando una bola de papel llega justo en mi nuca.

Me giro descubriendo a Nayet Maslow mirándome con un gesto inocente. Sé que él es el responsable por la risa de Brayden McCarthy a su lado.

Mi día estaba demasiado tranquilo. Ya se me hacía extraño de que Nayet no se le ocurriese algo con qué molestarme, la especialidad de hoy: pelotas de papel con burlas del profesor.

Un acto muy infantil viniendo de él.

—Quieta —Megan me sujeta del brazo para no ir partirle una silla en la cara.

Me sorprende que ni siquiera se haya tomado la molestia de mírame para predecir mis movimientos.

—No lo soporto.

—Ignóralo —me dice—. Tampoco es como si te estuviera metiendo en problemas.

Sí, claro. Seis años conociéndolo y aun piensa que es un angelito.

— ¡Profesor! Debrah nos anda tirando papeles—me acusa uno de los lame culo de Nayet.

Abro los ojos de pronto cuando capto su trampa.

— ¡Es mentira! —intento defenderme pero la evidencia estaba a mí alrededor y en el pupitre de Maslow.

El profesor se inclinó, a tomar una de las bolitas.

— ¡A la oficina del director! —señaló la puerta ofendido después de leer uno de los papeles.

Hice caso sin chistar aunque no me extrañaría si me baja la nota por el portazo que di cuando salí.

Mientras camino me hago un moño recogiendo las hebras rojas; el pasillo está casi vacío y voy directo a la cafetería.

¿En serio creyó que iría a donde el director?

—Hola, Lala —la anciana con el cabello semi-violeta que labora como cocinera voltea dejando la charola de ensalada a un lado.

— ¿Nayet?

— ¿Cómo lo sabes? —ironizo haciéndola reír.

De la barra de comida cojo una manzana y me acuesto en una de las mesas utilizando mi bolso como almohada.

De repente escucho un grito proveniente de la cocina, corro con la esperanza que Lala no se haya caído y con el temor de que no le haya dado un ataque y me toque llamar a los paramédicos otra vez.

Cuando llego a la cocina lo primero que me pide es que la ayude a acomodar las bandejas de comida que faltaban; mis nervios desaparecen con un largo suspiro al verla en perfecto estado.

Una vez tocó la campana poco a poco el lugar se fue llenando de estudiantes.

Noto que Diana McCarthy, rubia, delgada y de ojos celeste mueve la mano frenéticamente mientras grita mi nombre como una loca.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora