CAPÍTULO 56.

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Anti-sentimientos

NAYET's POV.

Ya es sábado, amanezco con una pierna sobre mi cintura, el cuarto huele a durazno y sexo. Creo que se volverá mi fragancia favorita de por vida.

Acaricio el cabello rojo mientras intento alcanzar el teléfono, hasta que la puerta se abre sigilosamente.

—Hijo, ya me vo... —se petrifica cuando le hago señas de que guarde silencio. La situación le resulta bastante entretenida—. ¿Por eso no bajaste a cenar?

—Por ella es que la nevera se acabó —me defiendo en un susurro, consiguiendo que Debrah se remueva en mi pecho.

Mi padre sonríe, cerrando la puerta y guardándome otro secreto. Encendiendo el teléfono topándome con los 14 mensaje y 5 llamadas perdidas del mismo número.

Ya se está volviendo acoso.

Me levanto con cuidado de no despertarla mientras me siento en la orilla de la cama. 

La observo dándome cuenta de que es real, de que por fin la tengo para mí después de tantos años soportándola.

Convenciéndome de que todo lo malo valió la pena y ahora me quedan menos de dos malditas semanas para disfrutar antes de irme.

Ella y su terquedad de no entender que nació para mí y yo para ella.

Me obligo a responder el mensaje que me deja el mal sabor de boca.

«Si, estoy con ella.»

Prefiero decirle la verdad a que ponga una maldita sombra detrás de ella y le diga cosas que no son metiéndome en problemas.

«Ahora que no está con el enclenque, ni pienses tocarla.»

¡Sabía que le había puesto un espía! Y uno muy malo por lo visto, de saber todo lo que he hecho con Debrah ya me hubiera guindado de las pelotas.

«Por ahora no estoy a su lado, pero Debrah vendrá a mí.»

Detesto el instante en que Adrián Greed se metió en nuestra vida. 

Debrah y Nova no se pudieron meter con una escoria peor.

«Tranquilo. Yo nunca me metería con ella.»

Finalizo la conversación pasándole pestillo a la puerta. 

—Fue mejor que ayer en los vestidores —digo cuando la veo abrir los ojos.

— ¿Y si admites eso porque no admites que me amas?

—No empieces, Debrah —me tiro al lado suyo deseando que se olvide del tema—. Me gustas, y estoy a tu lado ¿Qué más quieres?

—Querer saber lo que sientes por mí en realidad —contesta—. No puedes esperar a que me conforme solo con saber que te atraigo sexualmente. Yo ya dejé las cosas claras, faltas tú.

Sonrío mientras me levanto de la cama poniéndome la camiseta del suelo.

—Tú no dejaste nada claro, hace cuatro días dijiste que tenías mal gusto refiriéndote a mí, pero eso no fue ser claro. Dilo tu primero y luego yo.

—No hasta que lo admitas tú.

—Mi padre estará por irse al aeropuerto —cambio el tema viendo que ninguno dará el brazo a torcer—. Yo que tú corro antes que tu madre se dé cuenta que no estas.

— ¡Mierda!

Salta y apenas se logra poner los pantaloncitos.

Pero no alcanzo a detenerla y está tan loca que sale por la ventana subiendo por la soga en sostén.

Apenas han salido unos rayos del sol, pero eso no quita que algún vecino madrugue y la vea semidesnuda corriendo por los tejados. 

Me asomo viéndola saltar por el techo del vecino y entrar a su habitación.

Que maldición tengo encima que de tantas mujeres en el mundo tenga que ama... no, no puedo ni pensarlo.

Ella es la más loca y bipolar.

No la tolero y me encanta al mismo tiempo. Quiero lanzarla por las escaleras y hacerla reír hasta que los ojos se le empañen de lágrimas.

Quiero que me perdone por lo que hice y lo que seguiré haciendo.

Hace un año estaba dispuesto a confesarle lo que siento, hace un año, antes de que Adrián apareciera.

Estuve a su lado por años, esperando el mejor momento para decirle que me había enamorado de ella, hasta que se fijó en un recién llegado que terminó rompiéndole el corazón.

Ya es caso perdido.

Me obligo a ya no pensar en el pasado. Me alisto para llevar a Debrah y su madre al aeropuerto ya que su padre se fue al trabajo temprano.

La despedida dura más de lo que esperaba y no se quien llora más, si Hilary por recordar cómo conoció a mi padre o mamá rememorando sus años en la universidad que le contagian lo marica sentimental a mi padre.

— ¡Vaya! Ocultar los sentimientos no parece ser genético —lanza la primera indirecta.

— ¿Perdón, balbuceaste algo?

—Solo digo que: no ser un cara de culo que niega lo que siente, no es de nacimiento. Llorabas cada que veías que separaban a Dumbo de su madre.

—Dumbo no es una pelirroja fastidiosa.

—Sí, claro, échame la culpa a mi ahora —se cruza de brazo.

Suprimo las ganas de cargarla sobre mis hombros y encerrarnos en mi carro, también el hecho de arrollarla con él.

—Ya te dije todo lo que tenía que decirte. No es mi culpa que tengas mala memoria.

Me aseguro de que nuestros padres no vean y tiro de su brazo dejándole el culo contra mi entrepierna, tomando su cintura para que no se aparte.

—Me gusta tu olor y como sabes, te quiero proteger y también cocer la boca, me gustas desde que somos niños —la giro para que me vea a los ojos y entienda de una vez por toda la situación—, de mi boca nunca oirás un "te amo" pero sí un "puedes contar conmigo".

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora