Las verdades de Debrah. |COMPLETO|

CAPÍTULO 9.

La esperanza de un ángel.

Mañana seria el tan espero día de Belmont, el día en que Diana McCarthy cumpliría los 16 años.

El tema de ayer aún era algo delicado, por lo que las palabras: imbécil, engaño o amor y sus sinónimos estaban prohibidas.

Me encargue de estropear los preparativos de la fiesta solo para mantener la mente de Día ocupada y bien distante al tema.

Lo sé, suena horrible pero ha funcionado, por lo cual tiro los globos a la basura.

— ¡Día, ya no hay globos! —ella suelta la charola.

— ¿¡Donde mierda esta mi teléfono?! —se desespera.

Megan me lanza una mirada para que esconda el aparato que se asoma de mi bolsillo.

Desde que en el Instagram del club de periodismo de Belmont publicó una exclusiva donde revelaba la supuesta relación ficticia de ella e Ethan Nilsson; Megan y yo acordamos que lo mejor sería que no se enterara de los nuevos rumores, por lo menos hasta que termine su cumpleaños.

— ¡BRAYDEN! ¿¡Dónde está Brayden?! ¡BRAYDEN LLÉVAME!

Zeus, el labrador de la familia me ladra captando la mentira en tanto su humana sale corriendo no sé a dónde a buscar a alguien que no está en casa desde hace una hora.

Megan se acerca.

—Bien hecho. Creo que está sufriendo más con la fiesta que con el rompimiento—solté una pequeña sonrisa—. Arreglemos todo antes de que regrese.

—Ven acá, peludo —me arrodillo abriéndome de brazos y el perro se tira de espalda para que le acaricie la pancita.

Entonces, el hermano de Diana entra por la puerta trasera, desarreglado y sudado mirando a todos los lados para que sus padres o Diana no lo vean.

— ¿Ya fuiste a partirle la cara?

—Solo lo asuste... con el carro... cuando paseaba tranquilamente por su barrio —se coloca el bate de béisbol en los hombros sonriente.

Le lanzo un paño para limpiarse la suciedad de la cara y se va.

— ¡El martes tenemos el examen de biología! —le recuerdo, provocando que se tropiece con el escalón de la escalera susurrando un «mierda, lo olvide».

—Pero no tenemos biología el marte—Megan frunce el ceño y yo soplo sobre mi dedo.

Es divertido ver el grado de idiotez de Brayden. Muy bonito y todo, pero no tiene cerebro.

Saco los preparativos de la fiesta que se creían agotados o desaparecido y con la ayuda de la madrastra de Diana terminamos de decorar la sala.

Cuando Diana llegó nos encerramos en su cuarto a charlar y hacer un repaso del evento de mañana.

Echo un vistazo a Megan que teclea con una velocidad inhumana en su teléfono, posiblemente escribiendo un nuevo capítulo de su novela o dejando comentarios despectivos sobre su enemigo literario Urano de Plata.

Diana estaba... no estoy segura de que hace exactamente pero ya era la tercera vez que sacaba su vestido de pirata del closet para probárselo y caminar con sus nuevas botas que muy pronto, desaparecerían misteriosamente.

Vuelvo a mirar la computadora del escritorio de Diana para ver más ideas de disfraces. Hasta ahora va ganado el de porrista, ya tengo el disfraz en mi casa.

— ¿Por qué no se disfraza de Ariel? —inquiere Diana.

— ¿Por qué no te disfrazas tú de Barbie? —se burla Megan.