CAPÍTULO 34.

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Los carroñeros la alcanzaron.

Se escuchan aullidos y caperucita no logra correr de los carroñeros.

Su heroína se enfadó con ella, su príncipe prefirió seguirla y hasta el lobo que la atormentaba desapareció dejándola a su merced.

No importa en dónde se escondiese o que tan desesperado huía.

Ellos al final la encontraron.

Rememoro la pesadilla con el nudo en la garganta, enfocándome en cambiar las vendas de las muñecas de Rafa por unas nuevas, mis ojos se desvían a las gotas rojas que absorbieron las viejas revolviéndome el estómago.

Gracias a Dios las cortadas no tocaron ninguna vena y culpo a la adrenalina de anoche que imaginé el charco de sangre.

— ¿Entonces Nayet y tú son...?

—Nada —lo corto—, lo que viste anoche fue un sueño.

Pesadilla.

—En mis sueños soy yo quien te besa.

Aprieto las vendas con fuerza para que le duela y él suelta un chillido extrañamente agudo que lo hace aclararse la garganta cuando lo miro extraño.

Un teléfono suena y Rafa gruñe en desaprobación con el identificador de llamada.

— ¿Por dónde vienes? —atiendo, al mismo tiempo que mi amigo rueda los ojos y aparta la mano para acostarse en mi cama.

—Estoy abajo.

—Ya voy —cuelgo, levantándome a darme una mirada cautelosa en el espejo.

No tengo ni idea a dónde me quiere llevar para disculparse. Es mediodía, por lo que el sol hace de las suyas con el calor infernal que no me favorece para ocultar las marcas violetas que amanecieron en mi cuello.

No me molestan, estoy consciente del ojo por ojo de la cual se quiso cobrar y asumo el precio con la frente en alto «sin pataletas a diferencia de otros».

Pero para su mala suerte, yo sí tengo la posibilidad de tapar los cuponcitos con maquillaje.

—La falda es muy corta —se queja «Otro berrinchudo».

—No escucho que te quejes en los entrenamientos.

Y la verdad es que la falda del uniforme de porrista es muchísimo más corta que la que llevo puesta, sin mencionar que vivo con las nalgas al aire por las volteretas que la coreografía me incita a hacer.

—Pero usas short debajo, con esa te inclinas y te veo hasta el alma —Se sienta horrorizado cuando la idea que le pasa por la cabeza—. ¿Acaso quieres que te coja?

—Tal vez —contesto pícara—. Si todo sale bien capaz y haya reconciliación.

Hizo una arcada tan bien actuada que por un momento temí que de verdad vomitara.

—Qué asco, prefiero verte copular con Nayet, el gorila de Ashton... ¡Incluso con el zombie de Isaac!

Dejó la brocha de polvo a un lado, muerta de risa por dentro. La cara de malcriado que trae me derrite haciendo que me acerque a darle un casto y fraternal beso en los labios.

— ¿Copular? —Me burlo—. Eso sería el triple de incesto mezclado con zoofilia y necrofilia.

Me río para alivianar su enojo. Nunca me he imaginado a mis amigos como algo más, jugué con ellos y crecí con ellos, son los hermanos que mis padres no me dieron; puede que les coquetee e inclusive me pase de coqueta en algunas ocasiones, pero ¿acostarme con ellos? Jamás.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora