CAPÍTULO 36.

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Lo que dicen los miedos.

Todo en esta vida tiene solución, no importa que camino se elija para salir al final todo se sabe y nada dura. Pero, ¿qué solución le encuentro al torbellino de avispas que vuelan en mi estómago quitándome las ganas de dormí y hasta de comer?

— ¿Desde cuándo tenemos gatos? —Interpela Anton viéndole el cachete magullado a Nayet—. ¿Qué te dejas dominar por la novia, sobrino? ¿Se pelearon?

—Algo así —Contesta él y yo evado su mirada que me sonroja por alguna estúpida razón.

« ¿Qué me pasa?» Él jamás ha tenido ese efecto en mí. Y lo que es peor, ni siquiera dijo las palabras directamente y ya me tiene así.

— ¿Quieres consejos, bebe? —Amber se sienta a comer.

Nayet suspira dramáticamente.

—Descubrió que me atrae y aparte de portarse como un animal del monte, prácticamente quiso vomitar.

— ¿Solo te atrae o te gusta? —Ella hace la pregunta del año—Escoge bien tus palabras, bebe.

Aunque no lo quiera, estoy a la expectativa de lo que diga. Me acelera el corazón.

Lo escucho reír «Me está viendo» provoca gritarle que disimule si no quiere que nos metan en un convento a ambos.

—Me atrae —reafirma—. Pero todo depende de ella. Tiene un supuesto novio... aunque eso ni ella se lo cree.

—Tal vez ella si quiera a su novio y solo desea que la dejes en paz —me sorprendo a mí misma hablar—, eres un grano en el culo.

— ¿Y quién está hablando contigo? —se lleva el vaso de jugo a la boca.

Que cínico es.

— ¿Te sientes bien, princesa? —Amber se sienta a comer—. Estás como alterada.

—Y con cara de traumada —opina su esposo.

Prefiero bajar la mirada y obligarme a tragar el desayuno pese a querer vomitarlo en su cara.

—Son los nervios —intento justificar—, la universidad de Yuxtam estará en las presentaciones.

— ¿Segura no es por un cliché amoroso?

El coraje me mueve el brazo y la cuchara sale volando golpeándole el ojo a Nayet.

No exagero cundo digo que me despierta los instintos asesinos.

— ¿Problemas amorosos? —Por algún motivo eso la entusiasma más de lo normal—. ¡Yo siempre tuve de esos! Un día el señor cara de limón aquí se puso a llorarle a tu padre porque el padre de este —señala a Nayet robándole la atención—me invitó a salir.

—Amber, por favor, no quiero escuchar sobre la vida sexual de mis padres.

—Sí, yo tampoco —apoyo a Nayet.

—Díganme la primera vez que nos emborrachamos —sigue Anton con malicia—, borramos el video, pero aún recuerdo cuando se confundieron y ambos despertaron desnudos en mi cuarto ¿te acuerdas, llorona?

—Fue mejor que escucharlos tener sexo —secunda ella enterrando nuestra inocencia—. Se daban como Where Are The Champion.

— ¡Ay, no! —me tapo el rostro encendido de la pena mientras Nayet corre al lavado a meterse el dedo para vomitar.

Ellos se ríen gozando de nuestro nuevo trauma. Quiero convertirme en avestruz y meter la cabeza en lo más hondo.

Nayet se lava la cara en tanto un mensaje prende mi teléfono dándome la excusa perfecta para salir de aquí.

Las verdades de Debrah. |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora